Tenemos citado tiempo atrás lo manifestado por voces autorizadas al respecto: que un desarrollo científico-tecnológico sin un código ético y fuera de todo control jurídico podría causar a la especie humana irreparables daños colaterales. Hoy volvemos a ello, ante la aparición últimamente en los medios de comunicación de opiniones acerca de los «pros y contras» que conlleva el desarrollo de las nuevas tecnologías. Están, por un lado, los que pronostican que dentro de dos décadas, la tecnología y en especial la robótica y la inteligencia artificial habrán avanzado de tal modo que un gran número de tareas que hoy realizan los seres humanos estarán mecanizadas ocasionando masivas pérdidas de puestos de trabajo; que dará lugar al alumbramiento de un grupo social permanentemente desempleado al cual el resto de la sociedad deberá mantener. Visión esta, últimamente alimentada por el conocido Discurso/Informe del CEO de la Mercedes Benz en el que sentencia: «La mayoría de las empresas de automóviles probablemente se irán a la quiebra en los próximos 5-10 años». Lo que supone la muerte anunciada de millares de puestos de trabajo que serán reemplazados por máquinas inteligentes. Por otro lado, están los que apuestan por el desarrollo a toda costa de las mismas augurando toda clase de bienes, una especie de nuevo mesianismo que vendrá a poner remedio a los males que azotan a la humanidad. Frente a estos, se encuentran los que, sin llegar a oponerse o intentar frenar el desarrollo científico-técnico, van más allá y advierten que un desarrollo anárquico e ilimitado del tejido productivo de la automatización digital, falto de un marco ético de responsabilidad y un cordón sanitario de seguridad jurídica, daría lugar a un proceso tumoral de impredecibles consecuencias. Lo que está claro es que, al día de hoy, no hay acuerdo entre los que ven el desarrollo científico-técnico como sinónimo de futuro, y aquellos otros que lo ven como un proceso azaroso de impredecibles costos para la humanidad, si no es ética y jurídicamente regulado. Por nuestra parte, puestos a tener que elegir nos quedamos con el antiguo dicho: «Mas vale prevenir que curar».