En este tiempo del mes de septiembre, de vuelta ya de las vacaciones, las familias y los centros escolares se enfrentan, a veces impotentes, a una profunda crisis del sistema educativo y a la incertidumbre de resolver la conducta perturbadora de muchos alumnos. La violencia, el acoso, el consumo de drogas, la delincuencia, la deserción escolar, la hostilidad contra la autoridad de padres y profesores, el desinterés por adquirir conocimientos y la frustración, son algunos de los problemas muy serios con los que lidian diariamente los padres, cada vez más confusos y preocupados, como también los educadores, que se confiesan desprovistos de respuestas a un sistema colapsado y sin limites. Pero en el fondo de la cuestión, el auténtico problema, está en la mala educación que todavía arrastran muchos niños y niñas. En España sufrimos una de las tasas de fracaso más altas de toda Europa. Creo que la culpa no es la carencia de recursos, se pongan como se pongan los sindicatos, lo que fallan son el modelo y las faltas de valores. España tiene por delante la gran tarea de crear un buen sistema educativo, partiendo fundamentalmente desde la propia familia.