Es impresionante verle subir las escaleras del avión. Pero el no va más es cuando desciende por ellas de la mano de la «presidenta», y cuando sentado dentro del avión al lado de una ventanilla mira a través de ella como si meditara algo extraordinario, por ejemplo, la utilización de un GPS al llegar al destino, o cuando dirige la mirada con sus interesantes gafas de sol a una gran carpeta con papeles, pareciendo despachar con un sumiso colaborador. Y es que él y su gobierno ecológico y progresista han elaborado un combustible aguado para los aviones, de tal forma que es absolutamente falso que los contribuyentes tengan que pagar la gasolina de sus viajes.