Siempre se ha ubicado el mes de mayo como el de las primeras comuniones. Para muchas familias es tiempo de preparar «la primera y la última». Es triste ver cómo estos momentos, que debería ser para una familia cristiana un momento de inmenso gozo por ver a su vástago tomar el cuerpo de Cristo, está siendo utilizado por una inmensa mayoría en una «puesta de largo», sin sentido, ni la más mínima intención religiosa; una fiesta familiar donde lo que más importa es el convite y los fastuosos regalos, como si al niño/a le hubiera tocado una gigantesca tómbola.

Es lastimoso ver a muchos padres enfrascados durante meses en una preparación por los detalles del convite y de los invitados, pero totalmente desinteresada por la preparación espiritual. Todo se reduce a una fiesta mundana. ¿Qué piensan los catequistas de todo este boato consumista? ¿Se les enseña apreciar el auténtico valor del sentido espiritual, desechando lo material? ¿Están los padres preparados ante estos acontecimientos espirituales?...