Aprovechando que llega un nuevo 3 de diciembre, la historia se repite cada año sin cesar. ¡Reivindicación, demandas, derechos para los discapacitados! Pero sería justo reflexionar: ¿Qué es lo que pedimos realmente, dónde y a quiénes lo hacemos? De entrada, hay un porcentaje alto de personas con diversidad funcional que no saben lo que es este 3 de diciembre. Lo tomamos como un día festivo, para entretenernos, organizar actividades extras y huir de la monotonía. Luego, lo publicamos en la prensa o redes sociales para que diga el lector: ¡Qué bonito, ¡qué bien lo hacen! Siempre, con la rutina anual.

En segundo lugar, para reclamar algo al exterior, hay que llevarlo a la práctica en la vida rutinaria. ¿Cómo vamos a solicitar igualdad y normalización al ciudadano de a pie, si no lo practicamos en nuestra propia casa día tras día? A ese lector o ciudadano de a pie le importa muy poco ese día de reivindicación y fiesta a nivel común. En cambio, si ve a la persona en sillas de ruedas individualmente activa, con voluntad y ganas de hacer cosas a diario (como cualquier otra persona), sería mucho más eficaz y productivo. No se puede solicitar algo, quedándote en casa o en tu residencia, sentado en el braserito viendo la tele a diario, dando paseítos por las salas o mirando el paisaje sin ningún futuro ni porvenir, como por desgracia, observo a muchos discapacitados. Invito a la reflexión, para ver qué clase de normalización e igualdad estamos generando.