Esta palabra define la discriminación de personas por razones de edad en función de la negatividad que ello supone. Se convierte en un acoso invisible que la sociedad práctica contra los ancianos, siendo detectada muy difícilmente al ser un tema tabú. La forma tan sutil como se aplica impide a la propia víctima reconocerse como tal. Cuando se habla de mayores suele ser coincidiendo con campañas electorales y con relación a su carga social: aumento de sus pensiones, inversiones en programas de ayuda a domicilio, construcción de nuevas residencias... Y pocas veces se habla de ellos como personas productivas y beneficiosas para la familia o la sociedad (cuidando nietos supliendo la falta de sus padres trabajadores, atendiendo a personas igualmente mayores dentro de la propia familia o contribuyendo con su mínima pensión a su sostenimiento económico).

En el caso de la mujer (esposa, madre, abuela, cuidadora, trabajadora del hogar...) su apoyo social depende del tamaño de esta red familiar, poseyendo ciertas ventajas con respecto al hombre, debido a los roles sociales que durante la vida ha desempeñado demostrando en positivo su sabiduría, amigabilidad, administración, paciencia, ternura, o comprensión haciéndose más independientes y activas con la edad. La tercera edad no es atemorizante cuando la persona se siente necesitada por otros e importante para los demás.

La Asamblea Mundial sobre el envejecimiento recomienda: Eliminar estereotipos negativos contra las mujeres, la discriminación que se sustenta entre pobreza y envejecimiento, mejorar sus condiciones de vida así como su bienestar y salud, fomentar la educación permanente o mejorar la situación de las mujeres cuidadoras entre otras.