Real Academia de la Lengua Española (RAE), Fundación del Español Urgente (Fundéu) e Instituto Cervantes: organismos de salvaguardia lingüística. Al resolver cientos de dudas lingüísticas cada día, la RAE, la Fundéu y el Cervantes se han convertido en grandes asesores del lenguaje, cuya labor actual merece, según mi parecer, una atención aún más profunda con respecto a los años en los que los mismos vieron la luz. De hecho, en las líneas que siguen no quiero centrarme en una definición de los tantos papeles que dichas instituciones desempeñan dentro del universo lingüístico del español, sino en el objetivo común que las une, que se manifiesta de manera diferente.

Por consiguiente, parece fundamental plantearse una pregunta: ¿dichos organismos pueden estar vinculados entre sí por su carácter de salvaguardia lingüística? Estoy convencida de que sí. Ante todo, está claro que las tareas por las cuales se fundaron los tres hacen hincapié, a primera vista, en diferentes aspectos de la lengua española: simplificando mucho, en un uso más normativo la Real Academia, en un empleo correcto a nivel mediático Fundéu y en su difusión y buen uso el Instituto Cervantes. Sin embargo, esa aparente separación no debería llevar a considerarlas como realidades totalmente separadas. Al contrario, creo que la voluntad de diferenciar los ámbitos de la lengua --que han de protegerse-- de los que cada una se ocupa pone aun más de relieve el fin común que comparten.

Asimismo, se destacan las iniciativas prácticas a través de las cuales se intenta proteger la lengua española de las posibles amenazas que pueden llegarle del inglés o de la influencia de otros idiomas. A este respecto, piénsese en Fundéu, que proporciona consultas a las preguntas que le trasmiten periodistas u otros profesionales; o en el Cervantes, que --gracias a la promoción de actividades, cursos y diplomas Dele-- intenta difundir la lengua misma fuera de España, ocupándose además de formar al profesorado para que la enseñanza del español se imparta a través de métodos actualizados. En conclusión, al final de dichas consideraciones parece imposible pensar en salvaguardar nuestro idioma sin el apoyo de las tres instituciones mencionadas, con lo cual me pregunto: ¿existen otros recursos u organizaciones de «defensa lingüística» que puedan sustituirlas?