Recuerdo de niña la obsesión de mis padres para que aprendiéramos a nadar. Y los enfados cuando, en vacaciones, nos obligaban a guardar «la digestión», pues sospechábamos que era para dormir ellos la siesta tranquilos. Ellos tuvieron la suerte de no pasar por el tremendo dolor de los padres de esos tres chiquillos que se han ahogado estos días tras caer a piscinas en distintos puntos de España. Por favor, padres, amigos, vecinos, extremen el cuidado.