Fue apenas con ocho años que mi padre, Cristóbal Prados Trujillo, me llevó junto a mi hermano Eugenio por la empinada cuesta hasta las mismas Ermitas. Este es el primer recuerdo que conservo en mi mente de las muchísimas veces que después he subido por la cantada Cuesta del Reventón.

Visiono, y recuerdo con claridad meridiana, aquellos años de los 50, 60 y también 70, que los cordobeses, ya con el colegio, ya con nuestros mayores, o ya con amigos, íbamos al campo o de perol al mítico y recordado paraje del Cañito Bazán. Este enclave lleno de encanto y donde todos apagábamos la sed en sus prístinas aguas, era la antepuerta o dosel donde comenzaba las estribaciones de nuestra sierra, y por ende, el tortuoso camino que nos llevaba a las puertas de Las Ermitas.

Este camino lo he subido en casi todas las épocas del año; ya con frío, ya con agua, ya con calor, y también con nieve, detalle este que ocurrió en 1980 y que hizo disfrutar de lo lindo a mi hija Ana Mari, ha sido y sigue siendo un referente para el disfrute de mis sentidos. En cierta ocasión mi hija me preguntó: ¿papá, por qué te gusta tanto subir a la sierra? Estábamos sentados en un risco contemplando la belleza de nuestra Córdoba que se mostraba majestuosa a nuestros pies. Mi contestación fue lo siguiente: «Lo hago porque quiero empaparme más y más de esta visión, dado que algún día me marcharé y dejaré de hacerlo». Mi hija se quedó pensativa, calló, y seguimos nuestro camino para ver a la Virgen de Belén. Este camino que según cuenta el bellísimo villancico de Ramón Medina, refiriéndose a los piconeros: «Pasan por Piquín, hay mucho jaral, si no viene el guarda, traerán buen jornal. Arrea pollino cojo, no me tuerzas más la carga, que estemos en el pretolio antes que la Luna, salga, la Cuesta del Reventón la suben cantando para hacer picón». Hoy en día, la famosa cuesta, en parte absorbida por las urbanizaciones y chalets, sigue siendo un camino bastante transitado por los cordobeses, sobre todo los domingos; el que esto escribe, y por estos predios, en tiempo adecuado goza con la visión y con los espárragos que llevo con mimo a mi coleto: en casa espera el sofrito y el arroz dominguero. La Cuesta del Reventón: ¡La Arruzafa, Cuevas del Patriarca, La Salle, Cañito Bazán, Mi Campito, Piquín,Vía Crucis Serrano, Las Ermitas!.

Estos son los jalones o nombres para mis recuerdos, para mis vivencias, para mis ensueños dorados, y para dos mujeres, Ana María y Ana Mari; y cómo no, para una ciudad maltratada, pero que sigue con su belleza y personalidad etéreamente inmutables por todos los tiempos.