Un político puede hacer todo, menos el ridículo, decía Tarradellas. Ahora Iglesias pide respeto a Sánchez. Sí, se trata del mismo Iglesias que no hace tanto le impidió gobernar, tras espetarle un «tenemos que hablar» y reprochar al PSOE unos asesinatos gansteriles. También es el mismo que le ha obligado, ya presidente, a convocar elecciones. ¿Qué confianza puede tener Sánchez o cualquier persona sensata de que -máxime siendo él o un mandado suyo ministro- no repita la jugarreta desde más alto y por tanto mejor? Solo su desmesurado orgullo y el temor de que Podemos le pida cuentas de su desastrosa dirección pueden explicar su insensata insistencia. Si tuviera un resto de ética y estética se cortaría la coleta, ese símbolo de servidumbre que impusieron a los chinos los mongoles.