Me asombra reconocer que, a pesar del calor sofocante de Córdoba en agosto, no cesen de llegar turistas. La belleza de la ciudad atrae. Sin embargo, hay cuestiones que deberían considerarse si se quiere seguir atrayendo al turismo. Una esencial es tomar en cuenta la enormidad de manchas que tapizan las calles, la mayoría procedentes de orina de perro. Este fenómeno se ha convertido ya en una especie de epidemia que tenemos que soportar como si fuese algo insoslayable. El Ayuntamiento tendría que tomar en serio este asunto de falta de responsabilidad ciudadana. Tener perros es una moda que ya resulta una carga para la sociedad. Las modas son pasajeras, pero mientras permanecen se convierten en una especie de dogmas. Ahora la moda perruna está desapareciendo en paÍses como Francia o Suiza, mientras aquí está en su apogeo. Pasear por ciertas calles se vuelve nauseabundo. Incluso por zonas plenamente turísticas el olor a orina es constante. Encuentras perros en calles, parques, plazas, terrazas y ahora ya en tiendas. Si queremos turismo de calidad tendremos que tomar conciencia.