Desde Benalmádena he contemplado la esplendidez cordobesa en fuego. Su esplendor térmico muestra que cuarenta grados es nada, sin embargo me desagrada que sea en calor tan espléndida. Ese esplendor agosteño es espectáculo, por eso respecto del calor debería ser más tacaña. Esa brillantez que quema los ojos agota por sus duros destellos.

En otoño y primavera es generosa en contrastes y sorpresas, en figuras y estímulos para el visitante, en destellos que atraen visitantes. Dicen de ella que en tiempos pasados fue ilustre, llena de sabiduría y caballería, que sus hijos dejaron escritos imperecederos, gentes sabias que de la ciudad huyeron.

Recuerdo en esta tarde costeña aquella estrofa de ‘El Laberinto de la Fortuna’ en la que Juan de Mena, cordobés del siglo XV, dijo ser sospechoso de pintarla lo mejor «que devía» como «flor del saber e caballería», de «sabios valientes loarte podría que fueron espejo muy maravilloso».

No sé si hoy lo de sabios valientes se nos aplicaría: lo de valiente para aquellos que en agosto en ella se quedan, lo de sabios solo para aquellos que a las costas se alejan. Fuerza necesitan los que se quedan y algunos a la fuerza son fortaleza «que viste los cuerpos de rica nobleza».

Aquellos sabios seguro que fueron Séneca, Osio, Averroes y Maimónides. Uno hizo gloria y muerte en Roma. Otro gloria en Nicea y muerte en Simio. Averroes murió en Marrakez y en El Cairo Maimónides. Cuatro sabios valientes que quizás se marcharan de Córdoba no por el calor agosteño sino porque la ciudad quedose pequeña y corta.

Ahora Foro Único busca que los sabios valientes, que se nos fueron, vuelvan, que queden acuñados aquí aunque solo sea digitalmente porque en verano estará «lejana y sola».