En los meses más concurridos del verano, en nuestras incomparables playas españolas, se debería ir pensando en prohibir (o habilitar zonas específicas para fumadores) la costumbre de fumar. Hace unos días decidí ir a disfrutar de un buen baño en el mar Mediterráneo, y el resultado no fue del todo satisfactorio. Bajo la sombrilla de al lado, descubrí a una pareja de fumadores empedernidos, que no terminaban un cigarro y ya encendían el siguiente. El aroma del Ducados, junto con la brisa del mar, no era muy saludable que digamos. Después de embadurnarse un bote de protector solar en sus cuerpos (más que serranos, por cierto) y aplicarse un par de latas de cerveza cada uno, pensé que decidirían ir a darse un chapuzón. Pero no, sacaron el paquete de tabaco, de nuevo, y le pegaron fuego a dos nuevos pitillos. He de decirles que, en sus planes playeros y domingueros, nos les faltó el detalle de llevar un buen encendedor, de esos mecha y pescozón, para asegurarse que la brisa marina no apagara la llama del encendedor de gas. Pasadas un par de horas, la pareja decidió ir a tomar el beneficioso baño de aguamarina; por el tiempo que emplearon, yo creo que fueron a aliviarse, y así contribuir con sus aguas menores a las mayores del mar Mediterráneo. La próxima vez me lo pensaré, pues la polución no solo está en las grandes ciudades, también en las playas.