En los últimos meses, los pocos vecinos paseantes que quedamos en Córdoba (hay ya desgraciadamente en demasiadas de nuestras calles más mesas y sillas que personas y somos tristemente una especie en extinción) hemos asistido, mitad asombro mitad ilusión, al denodado esfuerzo hecho por nuestros munícipes por llenar de cinta aislante el suelo delimitando así la zona en que pueden instalarse esos conflictivos veladores que suscitan todo tipo de opiniones encontradas, porque parece que al fin algún iluminado de nuestro complejo equipo de gobierno municipal ha pensado que esta medida puede contribuir a hacer más habitable, más «sostenible» (que es palabro de agrado para la progresía) nuestra ciudad...

Me dirijo hoy a los señores concejales de la cinta aislante; seguro que habrá mil sistemas más fiables y un poco más serios que esa leve y sutil señal ya desaparecida en muchas zonas, pero hagan el favor, al menos, de acabar lo que han empezado porque mi sana intención es, entonces, felicitarles... Y ahora es que no puedo...

El problema es que vivimos en la avenida del Gran Capitán; sí, sí, también vivimos personas, visítenla completa, hagan ustedes el favor, porque apenas han delimitado las zonas de veladores en el bulevar («territorio sin fronteras») pero no han hecho nada en otro tramo de la avenida, que tiene también trazado urbano desde la fuente del bulevar hasta el Vial Norte, una zona absolutamente saturada de chiringuitos, que es ahora el auténtico «territorio sin fronteras» para los bares y en la que nadie se ha planteado que también tenemos que andar... Nadie lo ha pensado o a lo peor se ha acabado la cinta aislante o es que no hay más presupuesto para tan costosa medida, que afecta al diseño estratégico de nuestra ciudad... Cualquiera sabe...

Por eso, ante la duda, me gustaría proponerles, señores de la cosa pública, varias alternativas en la confianza de que seguro que alguna de ellas será de su interés y agrado: visiten por favor, esta parte de una avenida principal, escaparate de nuestra ciudad y de gran tránsito peatonal; sonrójense en horas punta e instalen, al menos, su cinta aislante para que puedan conseguir pasar dos personas al mismo tiempo (no es mucho pedir; de cochecitos, sillas de ruedas o bicicletas, ni hablamos; eso es una ensoñación) y si no da para más con cargo al presupuesto, presenten algún proyecto de crowfunding para comprar más cinta aislante, que eso es muy moderno. No me quiero rendir, tengo una última propuesta: en el peor de los casos, si nada de lo anterior es viable y consiguen al menos ponerse de acuerdo los señores cosocios de nuestro cogobierno polipartito, aprovechen ahora y cambien el nombre de la avenida del Gran Capitán (seguramente habrá argumentos para considerarlo un antiguo y trasnochado fascista españolista) y sustituyan este nombre por el más moderno y adecuado a la realidad actual de «pasillo de Pablo Iglesias...». Saldremos en los periódicos, pero seremos felices recaudando...