Estoy en la sala de espera de una consulta. Cojo una revista de National Geográfic y leo un artículo sobre energías, en el que dice que el petróleo, el gas natural y el uranio están en el máximo de producción, es decir, lo que se espera es que para final del siglo XXI se empiecen a agotar las reservas. Esto nos llevará a pagar butano, gasolina, electricidad y gas a un alto precio. Ya sabemos que cuando algo escasea, los precios se disparan. ¿Quienes saldrán perdiendo?. Los que tengan menor poder adquisitivo.

Sigo leyendo y quedo perpleja. Hay energías naturales como la solar y la eólica que son gratis, nos las regala la naturaleza y no contaminan. Me entero de que a nivel mundial solo se emplea un 7,5% de estas energías limpias. Me pregunto ¿por qué? y caigo en la cuenta de que los países con petróleo no quieren perder el chollo, ni las compañías de electricidad, gas, o centrales nucleares. ¿Que papel juegan en esto los gobiernos? Se supone que tener un cargo público obliga a mirar por el bienestar de los ciudadanos. Tanto hablar del calentamiento global y la solución se conoce desde muchas décadas y no se le mete mano por los intereses creados entre países.

Sigo leyendo y dice: «Con una hora de energía solar en todo el planeta, hay para abastecer de electricidad un buen número de meses a los países». ¿ Cuantas horas de sol hay en España al cabo del año? Siendo nuestra nación un país con 5.978 kilómetros de costas, ¿cuanta energía eólica podíamos producir?. Por cierto, en la factura de la luz viene un recargo de 5/16 euros «por energías limpias». Yo no lo entiendo. Por tanto, señores y señoras del Congreso de los Diputados, dejen de calentarnos la cabeza con que los polos se derriten y la atmósfera se calienta y pongan manos a la obra porque la solución es política y miren por el ciudadano que es el que con sus votos los ponen en esos puestos.

Lo cierto es que a mediados de diciembre terminó la cumbre por el clima con un ambiente «tibio» sin nada nuevo (estuvieron hablando de lo que se aprobó en 2015 y que no se puso en práctica) después de gastar el dinero de los contribuyentes en viajes, hoteles y comidas para terminar la cumbre con la cabeza caliente y los pies fríos.