Vivimos momentos complicados, de privación de uno de los derechos más necesarios para vivir: la libertad. Son días de penurias, días grises que se hacen eternidad, sobre todo, para los más pequeños, aunque todos los sufrimos por igual. Días de incertidumbre, que, por distintas circunstancias, nos hacen derramar alguna que otra lágrima de más.

El causante, pronto se hizo destacar por su monstruosidad y atrocidad a la hora de actuar, dejando a su paso un devastador panorama, como si se tratase de un tsunami a nivel mundial. Pero solo es un virus, le llaman Covid-19 y es aún más letal.

Soy un vecino de una de las ciudades más bonitas del mundo, patrimonio de la humanidad, Córdoba. No pertenezco al barrio más espléndido, ostentoso o rumboso de la ciudad, pero mi familia vive muy feliz en él, no lo cambio y últimamente adquirió más sentido en nuestras vidas. Dentro de este (el barrio de levante), me gustaría destacar un espacio, mi calle, donde mis vecinos realizan otra lucha particular, y paralela, a la de los VERDADEROS HÉROES: sanitarios, camioneros, fuerzas del estado y demás. Una lucha que, como si a bordo de un portaviones se tratase, cierto día, su capitán, Raúl, se entretuvo en enrolarnos uno a uno, sin conocernos, sin saber de nuestras valías y habilidades, miedos e inquietudes, pero que pronto iría descubriendo. Oficial al mando que, a golpe de corneta, todos los días nos reúne en nuestros camarotes, a babor y a estribor, para: felicitarnos por nuestro cumpleaños, ponernos esa canción, esa petición individual, que, a cada uno de nosotros, nos estremece y nos gusta compartir con los demás. Y, como no, para recordarnos que está a punto de aparecer nuestra policía, que todos los días pasa y nunca falla, que hay que aplaudir a los que nos ayudan, y seguir navegando por esas aguas hostiles, teniendo presentes a los que ya no están… y todo ello, armado únicamente con su pequeño megáfono y un equipo de música que nos hace a todos vibrar, cantar y bailar.

No podemos olvidar al teniente del navío: Alfredo, que, con su ofrecimiento y con sus retos, nos mantiene a todos en forma, o a Maika con sus clases de estética online. Tampoco a ese señor que todos las tardes se disfraza, para sacarnos una sonrisa, gracias Eloy. Sin olvidar al pequeño David, quien nos deleita muchas tardes a golpe de flauta y nos anima a seguir luchando; ni a la magia de Roberto bailando, a nuestros fotógrafos Alejandro y Javi, o a la gracia de Ana agitando el disco chino.

Y me quito el sombrero ante Alicia, Elo, Herminia y otras amigas que crearon mascarillas para todos los niños de mi calle y a Julián, a Cristina, Isra, Inma, Raquel y los demás, desde Manuel que no cumplió aún su primer año, hasta Rita que le saca más de ochenta.

Varias fueron las misiones que mi calle tuvo que lidiar, pero hubo una, “Operación Baby”, junto a los bomberos de mi ciudad, de la que más orgullosos podemos estar.

Aquí no se para, Raúl no nos deja descansar, ahora toca animar a la tropa y seguir subiendo la moral, que pronto es 3 de mayo y os queremos invitar.

Está claro que, algún día, cuando pase la tempestad, el portaviones de mi calle, dejará altamar para desembarcar…para volver a la normalidad, y cuando esto ocurra, mucho habrá cambiado, ya no habrá tanta frialdad.

Este virus sacó de nosotros la parte más humana, que nunca querré ni podré olvidar… … ! ESTO NO PASABA ANTES ¡…Y no necesito otra pandemia que me haga recordar lo orgulloso que estoy de cómo se comportó estos días: mi familia, mi calle y mi ciudad.

Viva la calle Poeta Blanco Criado, viva mi barrio, viva mi ciudad, viva España y la humanidad.