Ese fue el mensaje recibido por quienes escuchamos en el Palacio de Congresos a cuatro conocedores de cómo el elefante de la innovación digital crece ante nosotros no siendo capaces de advertir ni siquiera su trompa. Cuatro representantes de la tradición ontológica de Heráclito, aquel griego de Éfeso que vivió cinco siglos antes del comienzo de nuestra Era, pusieron su énfasis en este mundo, realidad cambiante y emergente. Nosotros, los allí sentados, parecíamos representantes de un mundo diferente, parecido al del coetáneo de Heráclito, de nombre Parménides, también nacido junto al mar en el sur de Italia, quien defendía el «ser» identificable y formalizado frente al «devenir del ser» de este cuarteto heracletiano que nos anuncia la angustiosa irrupción de nuevas tecnologías, la digitalización de la información y el encadenamiento selectivo de bases de datos a través de una indagación, propia de los ingenieros de minas.

La sesión matutina de cuatro horas tuvo mucho de mezcla de positivismo y de constructivismo. Existe una realidad externa que necesita de un riguroso proceso de análisis sobre innovación y nuevas tecnologías (positivismo) y, al mismo tiempo, se nos anuncia que los cambio son tan brutales y tan rápidos que la verdad y los significados actuales no existen sino que son creados por la interacción de cada uno de nosotros con el mundo que nos rodea (constructivismo).

Javier Rodríguez Zapatero en su intervención se mostró bastante constructivista en tanto que la exposición de Lionel Wolberger, criptógrafo excelente, fue puramente positivista. Pero no crean que solo hubo estos dos modos filosóficos de interpretar la sociedad actual. Steve Cardigan, quien nos habló del talento en la era digital, fue muestra clara de maestría fenomenológica porque nos enseñó los nuevos significados de las personas en las empresas de este mundo caótico y heracletiano. Recorrió los nuevos significados de los empleados en empresas digitalizadas, tras una exploración de su experiencia personal, en un horizonte profesional cambiante cada cuatro años. El realismo, nada ingenuo sino crítico, nos lo ofreció Doc Searls, pues el mundo que se nos avecina depende más de nuestras creencias y expectativas que de una verdad cambiante, repleta de innovaciones independientemente de nuestras creencias, porque este mundo presiona y angustia.

El mundo y la cultura cada día están más juntos y lo hacen de mejor manera y este cambio será permanente. El talento aprovechará estas oportunidades ofrecidas por el encadenamiento de la información. La transformación digital es una realidad aceleradora del cambio que Córdoba, ciudad y provincia, no deben soslayar.

Quienes allí estábamos éramos gentes que no llegábamos al medio siglo de edad, salvo al menos yo, que supero los ochenta años, y reconocemos la colaboración público privada capaz de ofrecernos este mundo caracterizado por las tecnologías de la información que están cambiando nuestra sociedad y abriendo nuevos caminos y oportunidades.

A mis 81 años me sentí entre aquella juventud como si ahora tuviese treinta años.