Hojas mustias y ramas deshojadas, que van secándose por las extremas temperaturas y sequedad del suelo urbano que sufrimos; es la radiografía de nuestro patrimonio arbóreo público. Ejemplares que dedican su esfuerzo en no morir, en vez de contribuir al almacenamiento de CO2, a crecer para ampliar sombras y refrescar el aire que respiramos. Es una imagen que se repite en vías como República Argentina, Hernán Ruiz, Vía Augusta, Arqueólogo García y Bellido, Isasa junto a la noria y un sinfín de calles y barrios, con árboles que están en el entorno de los 5 a 15 años.

Urge un cambio de la caótica situación organizativa y de dotación de personal en Parques y Jardines, que -por norma- solo riega las reposiciones en los dos o tres veranos subsiguientes a su plantación. Venimos de un tiempo en que ni tan siquiera eso, como tampoco se han atendido las peticiones ciudadanas que demandaban riegos para evitar que se secasen tantos árboles como se han dejado morir, con el consiguiente coste de oportunidad y económico.

Existen muchos cordobeses demandantes de empleo con discapacidad, o mayores de 55 años que estarían encantados de trabajar, cotizar a la Seguridad Social y llevar un sueldo a sus familias cordobesas. Si se hacen contratos/convenios para la recogida de naranjas, ¿por qué no se hacen para que desde mayo hasta septiembre existan cuadrillas --debidamente controladas en su quehacer-- regando todos los árboles deshidratados de nuestras calles, adecuando alcorques en tamaño/capacidad de almacenamiento de agua y que mejore su frondosidad? Una manera de que los impuestos reviertan en mantener los árboles que todos disfrutamos y sacar de la exclusión a conciudadanos nuestros que malviven y que con su mejora, redundaría en una mejor prosperidad del conjunto de los barrios de nuestra ciudad.