Carmen Calvo ha dado en el clavo. Por fin ha descubierto el país donde vive y con quién comparte gobierno: con Pedro y con Pablo, los de “los Picapiedra a la española”. Los Picapiedra, una serie de dibujos animados, la vimos en televisión por los años 60. Una época de bonanza económica cuando la clase media española disfrutaba con su Seat 600, desde el año 1957, hasta el año 1973. Un coche con ruedas de goma y que andaba con gasolina. Muy distinto al de Pedro Picapiedra y al de Pablo Mármol, que, con sus respectivas esposas, Vilma y Betty, disfrutaban en sus descapotables de piedra, por los distintos lugares de su pétrea ciudad, Piedradura. Los que recuerden la serie, Vilma y Betty, eran muy distintas a las actuales compañeras de “los Picapiedra a la española”. Estas, las mujeres de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, disfrutan de sendas supercasas, coches oficiales, el famoso Falcon, criados y mayordomos, guardaespaldas y guardias civiles, cocineros y criadas, elegante vestimenta, zapatos de categoría, maquillajes, peluqueras, estilistas, y muy buenos sueldos. Dos mujeres a la española, muy feministas ellas, que defienden la igualdad, pero, eso sí, a su manera, porque ese privilegio que tienen y disfrutan, solamente es patrimonio de ellas. Al resto de españolas que las chinchen. Vilma y Betty eran mujeres de armas tomar, mujeres de clase media compartiendo la vida con esposos trabajadores de duras faenas, y no eran feministas idealizadas ni adoctrinadas, simplemente eran madres y esposas con una gran responsabilidad. Y ellos, esposos y padres, trabajadores responsables y cumplidores.

Ya está bien de tanto feminismo y de tanto machismo. Si malo es lo uno, más malo es lo otro. La mayor igualdad es el compañerismo compartido, la entrega mutua responsable, la generosidad y el cariño, la ayuda desinteresada, la igualdad de oportunidades, y, lo más importante, la fidelidad. Estamos en el primer tercio del siglo XXI, no en Piedradura.