No se trata de un mero campus de verano al uso; tampoco es una simple escuela de verano de las cientos que seguramente habrá en toda la provincia y, menos aún, una pura y llana guardería para el solo recogimiento de los más peques en su periodo estival. No, nada de eso es. Se trata del magnífico y maravilloso Campus de Verano inclusivo Infantil organizado por Autismo Córdoba.

Mi única intención es ponerle voz a un sentimiento, callar un miedo con la palabra, apartar el dolor con un agradecimiento. Me considero un padre «especial», por la simple razón de que mi hija, me dicen, es una niña «especial». Por ello, para poder organizar debidamente dicha ecuación, necesitamos una escuela veraniega «muy especial».

Como supondréis, mis expectativas han sido superadas con creces. Hay veces, y momentos (este es uno de ellos), que el espacio --no debo abusar de la generosidad del Diario CÓRDOBA-- y las palabras, limitan mi sentir de manera infinita.

No necesito ver los momentos de gozo de los niños/as, porque casi los padezco; no necesito estar en el interior de la escuela para empaparme de una energía, que casi la puedo tocar; que digo, en este momento, de nuevo empieza a brotar.

No quiero personalizar --sería muy injusto por mi parte--, por eso, solo deseo expresar, de manera ferviente, mi más enorme agradecimiento a terapeutas, voluntarios, organizadores, padres, niños/as y todo aquella persona relacionada, directa o indirectamente, con dicho campus, para hacerle partícipe de mi sentir y entregarle toda mi dicha, como solo esta escuela ha sido capaz de generar.

Doy gracias a la vida por intentar que todas nuestras dificultades, con esta perspectiva y este personal que por suerte he podido encontrar, y de ello no me cabe la menor duda, puedan ser superadas con creces, para teñir nuestro futuro, de un bonito color.

No lo dudéis.