Viniste sin ser llamado, malvenido cáncer. Como un jarro de agua fría cuando nos lo dijeron, aún recuerdo ese camino a casa en coche y ese silencio, frío, incómodo de los que te aprietan el corazón y te anudan la garganta, donde toda palabra sobra y falta a la vez. Tocaba aceptar la realidad, pues el peso del mundo cayó sobre quien no lo merecía. Y me diste la lección de mi vida, que jamas podré olvidar, ahí estabas tú, con mas fuerza que nunca para afrontarlo, valiente y no quisiste lágrimas. El cáncer se apodero de nuestras vidas. Entramos en una espiral en la que él fue protagonista, empezamos a girar alrededor del mismo, malvenido cáncer...

Y ese silencio siempre presente, espejo de la negativa a aceptar una realidad tan latente, pues la esperanza es lo último que se pierde. Y en poco tiempo te hiciste eco de nuestras mayores pesadillas y más fuerte que nunca, el cáncer se hizo presente, se hizo carne. Nuestra pesadilla se convirtió en realidad, la muerte vino a vernos y sé que la recibiste valiente. Y tras un suspiro, y un eterno apretón de manos ya todo pasó a ser tristeza, venciste y esa tristeza a ser recuerdos. Aún sigo teniendo cáncer al vivir a los 24 años el decirle adiós a la que fue mi madre y mi abuela.