Caminaba con la cabeza agachada y sus manos enganchadas al móvil. Viviendo cada momento de su vida, en conexión con ese dispositivo. Siendo esta situación común para muchas personas. Sobre todo, para los más jóvenes. Sin embargo, el estar en constante actividad en las redes sociales nos conduce, por ende, a estar menos activo en la percepción de la vida real. Pues, lo que se fotografía y comparte, por ejemplo, al instante, se acaba escapando de ser captado y disfrutado con plena consciencia por nuestros ojos y mente.

Otra realidad sujeta a las redes sociales, es el querer aparentar la perfección de una vida que, simple y humanamente, es imperfecta. Llegando incluso, algunas veces, a ser obsesivo. Enseñando la vida de uno o mostrándola sin imperfecciones o corregida, a base de mil filtros. Cuando lo natural, también, es bello. Y la constante moda de aparentar, así mismo, el estar siempre bien y feliz. Pues no, a veces no es así. Y reflexionemos, la vida se escapa. El tiempo, siempre se ha dicho, vuela. Y el vivir siempre aparentando nos acaba, finalmente, haciendo daño. Al igual que el dejar pasar la vida, los matices que en ella hay y lo que la naturaleza, sutilmente, nos ofrece a la vista consciente es un error.

Entendamos que lo que no se experimenta en el momento presente, no volverá, a repetirse en un momento futuro, al menos de la misma forma. Ya que, cada momento es único. Así pues, vivir ese momento, observándolo sin juzgarlo, es maravilloso y enriquecedor. Y el ser partícipe activo de nuestras vidas en el aquí y en el ahora, es grandioso, en todos los sentidos.