He visto por televisión las imágenes en las que la diputada Inés Arrimadas y otros representantes de Ciudadanos eran abucheados, insultados y hasta agredidos al tirarles objetos y botellas, por concurrir a la marcha del Día del Orgullo Gay. Puede que sea un hecho aislado, que los más violentos, frikis y radicales del desfile acudieran allí para formar este número (que incluyó a un ser humano incalificable intentando defecar a su paso). Pero ni el ministro ha estado acertado dando a entender que su presencia era una provocación ni se han escuchado todas las voces que deberían haberse dejado oír para condenar este hecho. Le doy la razón a la señora Arrimadas: no vamos a defender la libertad sexual para caer en la prohibición de la libertad política o de expresión. ¿Personas que por fin no son agredidas ni encarceladas por su orientación sexual se van a convertir en represoras de los que piensan diferente? Diferente en algunas cosas, pues si no, no estaría Cs en la manifestación. Lo ocurrido me ha parecido decepcionante y un signo de hacia dónde camina esta intolerante sociedad.