Terminamos como empezamos el mandato: secándose los naranjos jóvenes de la avenida Medina Azahara, por no regarlos. Empezaban paralizando la proyección del aparcamiento en el solar junto a Glorieta de Ibn Zaydun, no sacando adelante las obras para 2015, así como postergando la rehabilitación de la calle Abogado Enríquez Barrios hasta finales de 2016, con una obra donde, pese a las repetidas e ignoradas peticiones vecinales a la municipalidad, no se reunió ni una sola la vez la comisión de seguimiento; el resultado: baldosas desniveladas, un asfalto que da pena verlo, una iluminación pobre, una menor densidad arbórea de la deseada y falta de protectores arbóreos (por lo que ya hay más de uno tumbado). Esa es la realidad de la participación ciudadana. Idem de lo mismo, en la primera fase de calle La Previsión: donde se pidió que los árboles más alejados de las fachadas fuesen de potencial gran porte columnar para dar sombra, en vez de tanto naranjito, y que hubiese un diseño atractivo, frente a la decadente estética mortuoria gris ejecutada. Además, se han dedicado a reducir plazas de aparcamientos al sacar los árboles y los soportes para bicicletas a la línea de estacionamiento, en manzanas deficitarias al no contar la mayoría de edificios con garajes. El barrio está lleno de alcorques vacíos y tocones, la intensidad insuficiente de los nuevos LED en Medina Azahara la ha convertido en la boca de un lobo, mientras no se ajusta a la luz solar el encendido/ apagado del alumbrado público. ¿Y qué hablar de la rehabilitación del Yacimiento de Cercadilla y del anfiteatro romano junto al Rectorado?