Este año es el último que mi hija Alba María está escolarizada en el colegio de educación especial María Montessori. Sería una necedad por mi parte no reconocer los inmensos sentimientos que, tanto a mi familia como a mí, nos embargan. Han sido 18 años intensos, tremendamente productivos y difíciles de olvidar. Todos los avances que mi hija ha tenido, que han sido innumerables, no hubieran sido posibles sin la gran aportación, dedicación, profesionalidad y entrega del colectivo humano que forma este colegio. Jamás podre devolver, ni en 100 vidas que tenga, todo el cariño que mi hija ha recibido. Estaré en deuda con todas y cada una de las personas que de alguna manera han estado en relación con mi hija. Gracias eternamente.

Anabel, el cariño y amor hecho persona; Manolo, profesional como pocos; Mary Carmen, directora por excelencia; Ángela, infinita bondad y paciencia; Inma, dedicación y entrega; Rocío, elegancia personificada; Gloria, Lola, Paqui, última en llegar y no menos de importancia; Javi, destreza y mano derecha «inigualable»; Blanca, un encanto de mujer; Mary Paz, oído siempre dispuesto; Ismael y Mariana ¿qué decir de vosotros? O mejor dicho: ¿qué hubiera sido de mi hija sin vuestras innumerables horas dedicadas a ella? Sabéis que el mérito es vuestro, de ambos; y por último, a su primera tutora, a la que le debemos lo que hoy por hoy es nuestra hija, la que nos ayudó lo indecible, nos guió, nos aconsejó y la que nos demostró que jamás hay que tirar la toalla ni darnos por vencidos y luchar por lo que se quiere. Gracias, Isabel, ni te imaginas lo que te admiramos.

Seguro que me dejo a algunas personas que se me olvidan de la memoria pero también es seguro que siempre os llevaré en el corazón y que llevaré con orgullo que mi hija estuvo en el colegio de educación especial María Montessori.