¡Por fin!, por fin, en el tristemente célebre pueblo de Tordesillas, se acabó lo que se daba. El Tribunal Supremo ha ratificado la prohibición de que el famoso Toro de la Vega, que se celebraba todo los años, muera de una forma totalmente cruel y miserable, pero como ya he dicho en otras anteriores ocasiones la crueldad del animal humano, es infinita así como su estupidez. Esta ratificación del Supremo es debida al recurso que efectúo el paniguado del alcalde de dicha localidad, por la prohibición que en su día impuso el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León.

¡Ole los cojones! de estos magistrados, por una vez y que no sirva de precedente alabo y aplaudo la sentencia judicial. Cada año, hemos visto como unos descerebrados aguerridos valientes donde los haya, armados con lanzas, yendo tanto a pie como a caballo, perseguían y acorralaban a un pobre toro, hasta que conseguían lanzearlo, produciéndole una muerte lenta y dolorosa. Las imágenes que he visto en años anteriores me ponían los pelos de punta, viendo a este hatajo de criminales dándole muerte de una forma tan cruel a uno de los animales no humanos más nobles que existen en el reino animal.

Ya esta bien, así que me parece de mil maravillas que su macabra fiesta, se le haya acabado para siempre. Se acabo de ver imágenes año tras año de esta cruel fiesta. Y para los pobres desconsolados tordesillanos, les propongo que este año salgan con su lanzas y se dediquen a perseguirse unos a otros, pinchándose en esa parte de la anatomía humana que todos saben y que duele tanto, verán ustedes qué gusto les da. Los vecinos de esta localidad, se amparaban para justificar su macabra fiesta en que era una tradición de siglos.

Menuda justificación daban estos personajes. Pero lo que ocurría en la misma no era más que la incultura imperante en muchas localidades. Soy un amante de los animales no humanos y, estoy en contra de todos los espectáculos en donde se les hacen sufrir para diversión de la masa. Y les digo más jamás hay que perder de vista que nosotros somos animales puros y duros, con la ventaja entre comillas de tener la facultad de pensar y de hablar. Y es que la cultura de un país se mide por el amor y respeto que le profesa a sus animales no humanos.