La presidencia de Donald Trump está sirviendo para normalizar la xenofobia y el racismo, dos virus muy arraigados en la historia de EEUU que habían sido expulsados del discurso político aceptable. El magnate no solo los ha reinsertado en la jerga oficial, sino que ha condonado las acciones de sus elementos más extremos y ha forjado una alianza no escrita con eso que se ha dado en llamar como derecha alternativa. La tolerancia que la Casa Blanca les ha dispensado ha servido para energizar a las corrientes más tóxicas de la derecha, que habían renunciado en gran medida a la política tradicional. Unos cuantos han vuelto. Un buen puñado de nazis, antisemitas, supremacistas blancos y paramilitares tratan de competir en las elecciones de noviembre. Y lo hacen bajo el paraguas republicano.

Son individuos como el empresario de Wisconsin Paul Nehlen, que disputará la nominación republicana en agosto para competir por el escaño de Paul Ryan en Washington. Nehlen se presenta a sí mismo como el candidato de la «América problanca y cristiana» y ha abogado por disparar con ametralladoras a cualquier inmigrante sin papeles que se acerque a la frontera mexicana. «Sean hombres, mujeres o niños».

En febrero fue expulsado de Twitter por poner una cabeza de neandertal a una foto de la actriz negra Meghan Markle, por entonces la prometida del príncipe Enrique. Y de los judíos ha escrito cosas como: «Coprofagia, incesto, pedofilia ¿Por qué estas cosas se repiten tanto con los judíos?».

Arthur Jones no tiene virtualmente ninguna posibilidad de llegar al Congreso, pero en marzo dejó de piedra al Partido Republicano de Illinois al obtener la nominación con más de 20.000 votos. El distrito en cuestión es tan demócrata que ningún otro candidato se presentó.

EL KU KLUX KLAN / «Jones no es un verdadero republicano, es un nazi con unas ideas tan asquerosas y odiosas que no tienen cabida en nuestra nación», dijo el líder estatal del partido tras su victoria. No mentía. Jones fue el jefe del Partido Nazi de América. Simpatiza con el Ku Klux Klan (KKK) y celebra los cumpleaños de Adolf Hitler. Lidera el Comité del América Primero, creado antes de la segunda guerra mundial por el aviador aislacionista y filonazi Charles Lindbergh, al que Trump le robó el principal eslogan de su campaña. Jones, en cambio, se ha distanciado del presidente al acusarlo de haberse rodeado de judíos, como su yerno Jared Kushner.

Luego está Corey Stewart, que ganó en junio la nominación conservadora para tratar de desbancar al senador demócrata de Virginia Occidental, Tim Kaine. Stewart aboga por expulsar a todos los musulmanes de EEUU, ha descrito al mencionado Paul Nehlen como «uno de mis héroes personales» (más tarde se retractó diciendo que ha perdido la cabeza) y ha participado en foros para «defender la civilización occidental» y «desmantelar el marxismo cultural».

NEGACIONISTA DEL HOLOCAUSTO / En California ha aparecido un tal Patrick Little, que aspira a ganarle el escaño a la senadora judía Diane Feinstein. En un sondeo elaborado recientemente apareció como el candidato republicano con más opciones para conseguirlo. Little es un nazi y negacionista del Holocausto, que cuenta con el respaldo de, por ejemplo, David Duke, antiguo capo del KKK. Quiere enviar a Israel a todos los judíos y ha comparado Auschwitz con un club de campo. «Allí tenían helado, piscina, orquestas, juegos y hasta equipos de fútbol. Hasta yo querría ir de vacaciones a Auschwitz», dijo en mayo.

Todos estos extremistas se han convertido en un dolor de cabeza para la jerarquía republicana. Temen que sus rivales lo exploten cara a los comicios de noviembre para presentar a los republicanos como un partido radical y tóxico.