Pionyang ha recibido hoy a Xi Jinping con el predecible boato. La primera visita de un presidente chino a Corea del Norte en 14 años ha sido subrayada a ambas orillas del río Yalu como histórica y representativa de la sintonía recuperada entre los dos viejos aliados. Desde Pekín se ha anunciado como una visita de Estado y se han desdeñado otras fórmulas aguadas como oficial o amistosa. La prensa norcoreana ha sacado las trompetas. La amistad es irrompible, ha aclarado el diario 'Rodong Simbun'. La visita del camarada Xi Jinping en días tan convulsos, ha añadido, claramente significa que China y su Gobierno dan una gran importancia a la amistad entre ambos países.

Xi ha aterrizado esta mañana junto a su esposa, Peng Liyuan y el ministro de Exteriores, Wang Yi. Allí les esperaba una banda militar que interpretó ambos himnos nacionales y unos 10.000 norcoreanos, muchos de ellos en vestidos típicos. Más de 100.000 aclamaron al vehículo de Xi por las calles de la capital mientras agitaban flores, banderas y pancartas. Xi y Kim Jong-un pasaron revista a las tropas y se dirigieron al Palacio del Sol de Kumsusan. En la agenda protocolaria figura la Torre de la Amistad, frente a la embajada china, y que homenajea a los soldados enviados por Mao caídos en la guerra de Corea. En aquellos días dijo el Gran Timonel, que perdió a un hijo en la contienda, que las relaciones eran tan cercanas como los labios a los dientes.

Aquellos vínculos de sangre se debilitaron pronto. Corea del Norte y China se acusaron durante la Revolución Cultural de revisionistas, el peor insulto que se despachaba en la época. La carrera misilística y nuclear emprendida por Kim Jong-il, padre del actual dictador, tensó la convivencia, pero ambos gobiernos se esforzaban aún en mantener la etiqueta diplomática. Hu Jintao, predecesor de Xi, fue el último presidente en pisar Pionyang en 2004. Las relaciones se agravaron con la llegada casi simultánea al poder de Xi y Kim. El primero miraba al segundo como un alborotador insensible a sus órdenes de mesura y le negó la audiencia durante un lustro. Kim fue eliminando a todos los elementos que defendían la conexión con Pekín. Entre los ejecutados figura su tío y mentor.

PROCESO DE DESNUCLEARIZACIÓN

La recuperación de la vieja afinidad Pekín-Pionyang es un efecto colateral de los vientos de paz en la península y el proceso de desnuclearización. Cuatro veces en un año ha hospedado Xi a Kim, siempre en fechas previas o posteriores a las reuniones del segundo con Donald Trump. Es una estrategia con beneficios mutuos: Xi enfatiza su padrinazgo sobre todo lo que ocurre en el continente y Corea del Norte acude a las delicadas negociaciones esgrimiendo el apoyo chino.

La reunión llega apenas sólo una semana antes de que Xi y Trump se vean en Tokyo durante la cumbre del G-20 con una larga lista de asuntos que solucionar. Estados Unidos y China se afanan estos días en acumular munición. Trump ya ha sugerido que colocará Huawei, Hong Kong y Taiwán sobre la mesa. No es improbable que China contraataque con Corea del Norte. El proceso de desnuclearización acumula cuatro meses en punto muerto y sólo Pekín parece capaz de aceitarlo.