América Latina oscila entre la necesidad de preservar el confinamiento para detener un coronavirus coronavirusque ya ha provocado más de 15.000 muertes y los primeros intentos de flexibilizar las restricciones. El ministro de Salud argentino, Ginés González García, anticipó que después del 10 de mayo la cuarentena se extenderá bajo «otras formas» porque «la actividad productiva tiene que arrancar».

A diferencia de Europa, la región acumula una cantidad de graves asignaturas pendientes que determinan la eficacia del combate. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU (Cepal), antes de que se declarara la pandemia, el 31% de la población de esta parte del globo era pobre y casi el 50% tenía un trabajo precario. Todo se deteriorará más. La misma Cepal calcula que el PIB latinoamericano podría caer el 5% en el 2020. Unos 43 millones de latinoamericanos padecían hambre cuando la amenaza del covid-19 todavía no formaba parte de las especulaciones.

«Quédese en casa», han pedido a lo largo del subcontinente las autoridades sanitarias. La consigna ha tenido un difícil cumplimiento si se tiene en cuenta que unos 55 millones de las familias latinoamericanas padecen precariedad habitacional. La cuarentena acentuó las situaciones de hacinamiento que, a la vez, propician la violencia machista.

«Lavarse las manos con frecuencia», solicitaron los estrategas de la lucha contra la pandemia. El imperativo también ha encontrado un límite a veces intransitable y es el que expone a los sectores sociales más postergados a amenazas adicionales: alrededor de 34 millones de personas, habitantes de una de las regiones con mayores recursos hídricos del planeta, no tienen acceso al agua en sus casas. Venezuela enfrenta la crisis de suministro más grave en 50 años.

Negros augurios

Los que han priorizado la economía por encima de la salud han sido los más expuestos al covid-19. Brasil es el sexto país en el mundo con mayor cantidad de decesos (casi 11.000) y el noveno en las cifras de casos positivos (casi 140.000). Los especialistas aseguran que lo peor está por venir. La velocidad con la cual se ha propagado el virus ha estado asociada al modo en que el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, banalizó su peligro, calificándolo de «gripecita».

Ecuador aparece como el segundo país latinoamericano más golpeado y el 16º en el mundo, con casi 1.700 muertes. Perú se ubica en el puesto 18º, con 1.600 casos fatales. En cuanto a México, el número de muertos (2.961) lo ubica entre los 14 países del planeta más expuestos.

Los efectos de la pandemia han sido controlados pronto en Argentina, donde han fallecido 282 personas y se han contagiado unas 5.400. Lo que Argentina comparte con sus vecinos es el desafío de no bajar los brazos en la contención del covid-19 y, a la vez, preparar el camino hacia la «normalidad». Algunos países piensan en reactivar sectores económicos estratégicos. Otros, en favorecer la movilidad de municipios en los que no se han registrado casos. Por ahora, ningún gobierno prevé el regreso a las escuelas y universidades.

A la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa Etienne, le ha llamado la atención cierta premura. Etienne ha pedido identificar las tendencias específicas de la pandemia en cada contexto pero, a la vez, ha advertido de que reducir las medidas de distanciamiento «demasiado pronto» podría «abrir la puerta a un aumento dramático» de contagios.

Para Etienne, «no todas las comunidades se ven afectadas de la misma manera». Sin embargo, ha subrayado: «La presión social y económica que estamos viendo ahora será aún mayor si no contenemos el virus, si eliminamos las medidas de control y colapsamos los sistemas de salud».

Sector público

El sector público gasta en promedio el 3,7% del PIB en salud en América Latina, contra el 6,6% de los miembros de la OCDE. El Banco Mundial consigna que solo Cuba (5,2%), Argentina (5%) y Uruguay (2,8%) superan el promedio mundial de camas hospitalarias, de 2,7 cada 1.000 habitantes. El déficit en Venezuela llega a 0,8/1.000.

En la villa 31 de Buenos Aires viven unas 40.000 personas. Ese mar de chabolas está separado por pocas manzanas de uno de los barrios más prósperos de la capital argentina. Una de las grandes diferencias entre uno y otro lado de la avenida Libertador es el acceso al servicio esencial. La villa 31 se ha convertido en uno de los focos de contagio.

La cuarentena ha obligado a desplazar parte del mundo laboral a las casas. Otra vez la realidad regional exhibe sus anomalías. Una encuesta ha detectado que solo el 24% de las compañías emplea el teletrabajo. La digitalización de los hogares es del 78,78% en América Latina, y cae al 58,34% (Bolivia) e incluso al 39,33% (Honduras).