Bernie Sanders no ha cambiado y, sin embargo, esta vez las cosas son diferentes. El senador independiente de Vermont, de 77 años, que en el 2016 inyectó altas dosis de entusiasmo entre los estadounidenses más progresistas pero no pudo derrotar al aparato demócrata y a Hillary Clinton, vuelve a lanzar una campaña para intentar llegar a la presidencia de EEUU. Lo hizo oficialmente en su Brooklyn natal, en una mañana fría en el campus de la universidad pública de la ciudad de Nueva York donde estudió un año de ciencias políticas en 1959 antes de mudarse a Chicago.

Y en su primer rally, ante varios miles de personas, demostró que, en el fondo, el mensaje es igual que entonces, reforzado si cabe por los dos años de presidencia y políticas de Donald Trump, pero también que hay transformaciones.

Con un partido que bajo su influencia se ha tenido que abrir a la izquierda y por su éxito en el 2016 y el reconocimiento de su figura, Bernie Sanders es ahora el favorito en un nutrido campo de aspirantes demócratas que crecerá más. Y esta vez el aparato encuentra a un candidato más determinado y preparado, con la base de una campaña ya presente en los 50 estados, la capacidad para recaudar millones en pequeñas donaciones intacta y activar a los jóvenes.

Ya en su primer discurso el político que reivindica la bandera de «socialista demócrata» reiteró sus líneas y propuestas políticas, desde la apuesta por la sanidad universidad y la educación universitaria gratuita, la lucha contra la desigualdad económica y el cambio climático, una reforma de la inmigración que no pierda la perspectiva humana y la de la justicia penal, pero dejó claro también que está preparado para hacer arreglos en lo que fueron algunos de sus puntos débiles en su última campaña.

Sanders, por ejemplo, ha decidido abandonar su reticencia a poner el foco en su historia personal y usa su biografía como hijo de un inmigrante polaco con familiares muertos en el Holocausto que huyó de la pobreza y como miembro de una familia de clase trabajadora. El contraste con el de otro neoyorquino que actualmente ocupa la Casa Blanca es evidente y así lo remarcó.

Otro cambio, más necesario políticamente, es el claro foco que pone ahora en el voto negro, del que no alcanzó ni el 20% en el 2016 en su lucha contra Hillary. En el mitin en Brooklyn College uno de sus presentadores fue un pastor negro, otro, el activista Shaun King y otra la exsenadora estatal de Ohio Nina Turner, una de las dos mujeres que figuran como copresidentas de su campaña (a la que también le han sacudido las acusaciones sobre sexismo).

Esperanza demócrata

«Quiero conocer sus propuestas, incluyendo el tema racial», decía Toluwaleke Semowo, un joven hijo de nigerianos, que votará por primera vez en el 2020. «Pero me gusta lo que he visto hasta ahora. Es arriesgado ponerse del lado de los pobres y Sanders lo hace». «Sus ideales ya han ganado, que llegara a la presidencia sería inspirador», explicaba Jean Taylor, una mujer de 31 años. Ella le apoyó en las primarias de 2016 y acabó votando a Clinton en las presidenciales aunque «muy decepcionada».