«Lo que yo quiero es que se vaya Nicolás, no quiero bono, no quiero Clap (caja de alimentos provista por el Estado)», cantan desafiantes en Caracas y otras partes de Venezuela. «No quiero oro, ningún lingote, lo que yo quiero es que se vaya el monigote», gritan al unínoso los manifestantes de la oposición. El madurismo no se ha quedado en sus casas y se ha parapetado alrededor del Palacio de Miraflores con el reclamo de paz y denuncias a la intervención de EEUU en los asuntos internos.

La escena se parece a la de semanas anteriores. Cada facción del conflicto venezolano ha vuelto a expresarse en las calles de Venezuela. Ha habido algunas tentativas de enfrentamientos entre la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y los que reclaman la salida de Nicolás Maduro del poder. No falta, en ese sentido, alguna nube de gas lacrimógeno. La diferencia en relación a anteriores movilizaciones ha sido los apagones de luz que han sufrido algunas ciudades. Mientras las calles se llenaban de manifestantes de uno u otro bando, las autoridades comunicaban que el suministro eléctrico se estaba normalizando gradualmente. Sin embargo, la prensa caraqueña informaba de nuevas interrupciones.

La sociedad sigue aturdida por los efectos de los apagones. En la oscuridad se ha hecho cola, se ha intentado salvar la comida de una descomposición inexorable, poner gasolina, preservar las últimas gotas de agua, salvar una vida en un hospital. Marielsi Aray la perdió a los 25 años. Había sido ingresada en cuidados intensivos del Hospital Universitario de Caracas. Según se informó, el equipo que la mantenía respirando se detuvo. La presidenta del Comité de Afectados por los Apagones, Aixa López, reveló que fallecieron cinco bebés, aunque la información no ha sido oficialmente confirmada.

El corte eléctrico obligó a cerrar el metro y cancelar vuelos locales e internacionales. Caracas ofreció una imagen de gran desolación. No se pudo retirar dinero de los cajeros ni usar ningún tipo de tarjetas. Tampoco cargar la batería de los móviles o utilizar internet.

El pedido de intervención / Juan Guaidó ha encontrado en las penumbras un argumento de más peso para protestar. El líder parlamentario a quien Washington y 50 países han reconocido como presidente, llegó a la Avenida Victoria de Caracas, se subió a un camión y con megáfono explicó por qué no pudieron montar el escenario desde el cual iba a dirigirse al país. «Nos quitaron la tarima». Según Guaidó, a pesar de que retornaron «algunos destellos de luz» los problemas siguen en 16 estados. «No pueden resolver el descalabro que generaron. Nos hacen retroceder a la Venezuela rural. La crisis tiene nombre y apellido: Maduro».

Desde sus simpatizantes surgió una consigna que hace semanas está en boca de los sectores más duros de la oposición. «Intervención (de los EEUU)», pidieron durante el mitin. Guaidó se vio obligado a dar una respuesta menos emocional. «Todas las opciones están sobre la mesa», dijo y se refirió al artículo 187 de la Constitución que le permite a la Asamblea Nacional autorizar la presencia de militares extranjeros en el país. «Todo a su debido tiempo». No obstante, Guaidó pidió «actuar responsablemente» porque «si trasladamos la responsabilidad a otros nos desmovilizamos». El dirigente opositor anunció un recorrido a lo largo y ancho del país para que «todos vengan a Caracas». El objetivo final es «la conquista del poder».

El Gobierno denunció que Venezuela es blanco de una «operación blackout» que busca desgastar más a una población exasperada por la escasez y otras privaciones. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino, dijo que se trata de una «agresión deliberada» contra la hidroeléctrica de Guri, ubicada en el estado Bolívar, por parte del «imperio norteamericano». El atentado, añadió, se perpetró a pocos días de aterrizar en Caracas una delegación en nombre del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet. «A ellos les vamos a llevar las pruebas (del ataque)», afirmó el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez.

Guri es una de las mayores presas generadoras de energía en América Latina, superada solo por la de Itaipú, entre Brasil y Paraguay. Rodríguez acusó al senador republicano Marco Rubio de estar detrás de «la agresión más brutal a la que ha sido sometido el pueblo Venezuela en 200 años». El ministro se preguntó cómo supo Rubio pocos minutos después del supuesto ataque «que los generadores de respaldo habían fallado» si «nadie lo sabía aún». Se había afectado «el control automatizado de regulación del sistema de la hidroléctrica Guri que abastece el 80% de la energía eléctrica al país».