En septiembre del 2018, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se marcó un tanto en la esfera internacional. El mundo estaba pendiente de una ofensiva militar a gran escala sobre la región rebelde Idleb, la última en Siria bajo control rebelde y que estaba siendo rodeada por tropas leales a Bashar al Asad y su aliado, Rusia. Pero Erdogan, tras reunirse con Vladímir Putin, lo paró todo: sonsacó del presidente ruso un alto el fuego sobre Idleb. La región no sería atacada. A cambio, un compromiso: Turquía erradicaría de la región a Hayat Tahrir al Sham (HTS), la filial de Al Qaeda en Siria.

Ha habido un pequeño problema: no solo Turquía no ha eliminado durante estos últimos cuatro meses a Al Qaeda en Idleb sino que la facción yihadista se hizo ayer con el control total y absoluto de la región. Los milicianos opositores que antes estaban ahí la han abandonado.

Han sido nueve días de combates entre HTS y el Ejército Libre Sirio (ELS), que recibe el apoyo de Turquía. El ELS capituló anteanoche: sus miembros, mediante un pacto con Al Qaeda, han sido evacuados a las regiones sirias que Turquía controla militarmente.

Y, así, estableciendo sus propias instituciones, Al Qaeda se ha hecho con el control de Idleb. Hayat Tahrir al Sham ha eliminado el gobierno anterior y desde ayer ha instaurado el Gobierno de Salvación Sirio.

De hecho, según un oficial rebelde, Turquía ha mediado entre rebeldes y yihadistas para que no se descontrolen los combates. Pero el futuro es incierto. «El control completo de HTS sobre Idleb servirá de pretexto al régimen sirio y a los rusos para acabar con el alto el fuego y atacar. Este es el peligro que tenemos», dijo ayer el portavoz de una de las facciones del Ejército Libre Sirio, Yusef Hamud. Y ayer ya ocurrió: tras meses de silencio, la artillería de Asad empezó a caer sobre Idleb.