El caso de Anthony Scaramucci es otra pieza maestra sobre el caótico funcionamiento de la Casa Blanca bajo la presidencia de Donald Trump. El hombre que venía a poner orden y acabar con las filtraciones duró 10 días como director de Comunicación. Le mató su ego, tan grande como el de Trump. Tras su deceso político, las filtraciones siguen afortunadamente su goteo.

Trump prometió dar a conocer en mayo su estrategia militar en Afganistán; después, en julio. Estamos en agosto y seguimos sin noticias del plan milagro. Solo que el Pentágono quiere añadir 4.000 soldados a los 8.400 existentes. Pero, ¿para qué?

En la reunión del Consejo de Seguridad Nacional, celebrada el miércoles en la cinematográfica Situation Room, Trump propuso el despido del general John Nicholson, jefe de las tropas de EEUU en Afganistán porque «no está ganando la guerra a los talibanes». Palabras textuales que citó la agencia Reuters obtenidas de fuentes anónimas.

Trump no comprende que después de 16 años de lucha contra los talibanes no haya visos de victoria. La agencia asegura que hubo un cruce de gritos entre el ultraconservador Steve Bannon, jefe de estrategia del presidente, y el general McMaster, jefe de Seguridad Nacional. Muchos de los presentes salieron alarmados por la virulencia del lenguaje de Trump.

¿Tiene capacidad para entender problemas complejos? Un poco de ayuda para el presidente. Los talibanes son de la etnia pastún (ver el filme de John Houston El hombre que pudo reinar). Surgieron como grupo armado en 1994. Su objetivo era poner fin a la guerra civil entre las facciones muyahidines que tomaron el poder tras la retirada soviética en 1989. Estas facciones fueron financiadas y equipadas por Ronald Reagan para debilitar a la URSS. Son la semilla de Al Qaeda y del Estado Islámico de Irak y el Levante (EI).

Los talibanes tomaron el poder en 1996, unieron y pacificaron el país mediante el terror. La mujer regresó a la categoría de nadie debajo del burka perdiendo el estatus logrado bajo los comunistas. En Occidente no nos preocupó hasta que volaron los Budas gigantes de Bamiyán, que nos pareció de mal gusto. Nos mueven más las piedras y los patos que las personas.

Tras el 11-S, George Bush los declaró enemigos pese a que no estaban implicados, más allá de albergar en su país a Osama bin Laden, jefe de Al Qaeda. En noviembre de 2001, EEUU lanzó una operación aérea contra los talibanes. Se apoyó en dos de las facciones muyahidines que ejercieron el papel de tropa de infantería. Los talibanes fueron expulsados a las montanas y a Pakistán, país que ha jugado y juega el papel de agente doble: amigo de EEUU e influencia de los talibanes. Igual que Arabia Saudí con el EI.

EEUU cometió tres errores: tomar partido en una guerra civil por unas facciones y pasar a ser enemigo automático de la otra (los talibanes); sentar en el Gobierno de Kabul a unos señores de la guerra que en un buen número eran criminales y narcotraficantes y creer que el trabajo estaba hecho. Dicen que el general estadounidense Tommy Franks, encargado de dirigir la expulsión de los talibanes, blasfemó cuando le ordenaron preparar la invasión de Irak. Ningún país es capaz de librar dos guerras simultáneas. EEUU distrajo medios militares e intelectuales de Afganistán para derrocar a Sadam Husein.

La consecuencia fue que los talibanes lanzaron una ofensiva en 2007 y 10 años después mantienen la iniciativa militar. Si EEUU sale de Afganistán, los talibanes tomarán Kabul. Es una guerra que no se puede ganar, solo empatar o perder.

Más consecuencias: Irak es un país desestabilizado que alumbró al EI, que deja a Al Qaeda casi como moderado. No se puede entender la guerra civil de Siria sin el hundimiento de Irak. Hablamos de cientos de miles de muertos y millones de desplazados y refugiados.

En 2009 entrevisté en Kabul a Ramazan Bashardost, candidato hazara que logró el 10% de los votos. Le conté que en un barrio pobre de la ciudad los niños querían ser médicos, influidos por la serie de televisión india. «Ustedes nos han mandado lo que nos sobra, soldados y armas. Habría sido mejor que nos mandaran series para cambiar la mentalidad».

Es un error que se repite en cada intervención militar supuestamente humanitaria. Vamos a los países con la decisión tomada de qué es bueno para ellos. No preguntamos qué necesita la gente. EEUU no puede ganar esta guerra, ni la de Siria. Perdió la credibilidad, el prestigio, y más con Trump.

Si el presidente quiere destituir a alguien, a un alto responsable, que sea ejemplar, que no le tiemble la mano, y que empiece por él mismo.