«Completamente inaceptable». «Racismo de los 50 directamente desde la Casa Blanca». «Nauseabundo». Mientras la mayoría de políticos republicanos y comentaristas conservadores en Estados Unidos han respondido con un silencio ensordecedor a la xenófoba y racista diatriba lanzada el domingo por el presidente de Estados Unidos, que dijo a cuatro congresistas de color que «vuelvan a sus países» (aunque las cuatro demócratas progresistas son ciudadanas estadounidenses y tres de ellas nacidas en el país), otras voces mundiales se han alzado para denunciar al mandatario.

Entre las críticas están la de la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, que a través de un portavoz ha expresado su rechazo al «completamente inaceptable lenguaje usado para referirse a esas mujeres». También la del alcalde de Londres, Sadiq Khan, que ha declarado que Trump es el primer político «mainstream» que usa lenguaje habitual de «racistas y fascistas». En Twitter se ha podido leer también al europarlamentario belga Guy Verhofstadt diciendo que «cualquier político europeo que no lo condene tiene preguntas que responder y debe estar avergonzado de sí mismo». En España, en el momento de escribir estas líneas ningún líder político ha abordado la polémica, que no va a cejar.

El lunes, en una carta a los miembros de su partido en la Cámara baja que preside, la demócrata Nancy Pelosi, les anunció que trabajan ya en el borrador de una resolución de condena a Trump, al que acusan de «haber ido más allá de sus bajos estándares».

Para Trump ni las críticas mundiales ni las de demócratas ni las contadas muestras de repulsa de políticos republicanos tienen el más mínimo efecto. De hecho, lejos de disculparse o dar algún paso atrás, lo que ha hecho el mandatario este lunes es redoblar sus insultos y acusar a las víctimas de sus ataques de ser ellas «racistas». Incluso ha exigido una disculpa y ha defendido que «mucha gente está de acuerdo» con él.

«Todo lo que digo es que si no son felices aquí se pueden marchar. Estoy seguro de que mucha gente no las echará de menos», dijo ante la prensa en la Casa Blanca. Horas antes había tuiteado una parte de unas declaraciones del senador republicano Lindsay Graham en las que este llamaba «panda de comunistas» a las congresistas, nombrando directamente a Alexandria Ocasio-Cortez, y aseguraba que «odian a Israel y odian a nuestro propio país». Lo que Trump no recogió fue la parte en que Graham le recordaba que son ciudadanas estadounidenses y, en una tibia llamada al civismo, le pedía «apuntar más alto».

Y en este contexto, Trump vuelve a lanzar órdagos a la legislación de EEUU y a la internacional que regulan el asilo y poniendo barreras a los inmigrantes, especialmente centroamericanos. Ayer, su Administración anunció una nueva directiva por la que declara «no apto» para solicitar asilo a cualquier migrante que haya pasado por tierra por un tercer país en su camino. La medida entrará en vigor una vez que se publique hoy en el Registro Federal y altera acuerdos sobre qué es «tercer país seguro».