A su manera, y como de costumbre no sin polémica, Donald Trump ha vuelto a conseguir lo que quería, al menos en parte. Casi dos años después de quedarse maravillado en París de unas celebraciones del día de la Bastilla que le inspiraron a plantear un desfile militar similar en Estados Unidos, el mandatario ha logrado finalmente sacar tanques a las calles de Washington. No marcharán pero van a estar desplegados este jueves en las celebraciones del 4 de julio, la fiesta de la Independencia. Y la decisión llega con controversia.

El primer intento de Trump de emular el desfile francés con uno el día de los veteranos fracasó al conocerse su elevado coste, calculado en 92 millones de dólares, y por la oposición del Pentágono, aunque a quien responsabilizó Trump fue a los dirigentes políticos de la capital, donde en las elecciones Hillary Clinton obtuvo el 90% de los votos y él se quedó en 4,1%. Ahora, aunque las autoridades locales siguen oponiéndose al movimiento de tanques por los riesgos que su elevado tonelaje representa para las infraestructuras, Trump los tendrá desplegados en el Mall, junto al memorial dedicado a Abraham Lincoln.

Allí, durante los fastos bautizados como Saludo a América que incluirán exhibiciones aéreas militares y del Air Force One así como los tradicionales fuegos artificiales y actuaciones musicales, el presidente va a ofrecer un inédito discurso. Richard Nixon lo hizo en 1970 pero con un mensaje grabado en vídeo y en 1951 habló Harry Truman para informar sobre la guerra de Corea. Dados los precedentes de Trump, un presidente que habla de mis generales y ha politizado otras apariciones con militares, muchos temen que use la ocasión para lanzar un mensaje político y partidista, aunque la Casa Blanca asegura que va a ser solo una celebración de patriotismo.

La Casa Blanca, el Comité Nacional Republicano y la campaña de reelección de Trump han repartido entradas VIP a sus aliados para seguir de cerca los actos, donde se esperan tanto seguidores del presidente como manifestantes en contra. Y es que Trump, polarizante, ha logrado colocarse en el centro de una celebración históricamente apolítica y cívica.

Se ha involucrado personalmente en la organización y los detalles, incluyendo en la determinación de un nuevo emplazamiento para lanzar los fuegos artificiales (lo que obligará a congelar 45 minutos el tráfico aéreo comercial del aeropuerto nacional Reagan, que también cerrará hora y media por la exhibición militar aérea). Y aunque oficialmente no se facilitan datos sobre el coste de los festejos, Trump ha asegurado en Twitter que será muy poco comparado con su valor. Ha recordado que dos empresas han donado la pirotecnia pero no ha hecho mención, entre otras cosas, de los 2,5 millones de dólares que saldrán de las arcas del Servicio de Parques Nacionales, o de los siete millones que su Administración y el Congreso aún deben a las autoridades municipales por costes asociados a su toma de posesión.