Desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca tras una de las más fulgurantes y sorprendentes carreras en política, Estados Unidos y el mundo se han acostumbrado a un ritmo esquizofrénico de noticias, polémicas, sorpresas y tuits. También, de escándalos. Pero el que atenaza ahora al presidente por una llamada que mantuvo con su homólogo de Ucrania en la que presionó para que investigara a Joe Biden, bate sus propias marcas.

Trump está más cerca que nunca antes del impeachment con la investigación para ese proceso oficialmente lanzada el martes por la presidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi. En las 24 horas desde ese anuncio de la demócrata se han sucedido a la velocidad del rayo acontecimientos y revelaciones y Trump ha respondido en ese tiempo endureciendo los ataques como defensa, acudiendo a estrategias y estratagemas que ya forman parte de su conocido manual como intentar desacreditar al empleado de inteligencia al que alertó la llamada o martillear con la idea de que es víctima de una «caza de brujas» (por supuesto «la mayor de la historia»).

Es lo que hizo ayer en una rueda de prensa en Nueva York, donde habló con voz baja y ritmo pausado pero desplegó su armamento pesado. Insistió en sugerir que debería investigarse a Biden y a su hijo Hunter. Acusó a los demócratas, sin aportar pruebas, de haber sido quienes usaron presiones en Ucrania por sus intereses. Más adelante llegó a asegurar, sin ofrecer tampoco pruebas, que Barack Obama buscó en el extranjero información sobre él.

Acusó a la prensa de «corrupción» y de «gastar el tiempo en sinsentidos», a Pelosi de estar controlada por «la izquierda radical o algo peor» y a los demócratas en general de insistir en el impeachment porque «no son capaces de ganar en las urnas». Y una vez más insistió en la inocencia de la llamada con Volodymyr Zelensky. «¿Impeachment por eso, cuando tienes una maravillosa charla telefónica? Fue la conversación perfecta», aseguró.

Algo, no obstante, se siente y parece diferente esta vez. Aunque lo niegue, la presión no le deja marcar sus ritmos y Trump se vio forzado ayer a hacer público el memorando que supuestamente refleja lo que habló con Volodymyr Zelensky, una publicidad que le desaconsejaban asesores como el Secretario de Estado, Mike Pompeo. Él asegura que le exonera la transcripción parcial, pues no incluye la mención directa de vincular ayuda de Washington a Kiev a cambio de la investigación de Biden.

Muchos, no obstante, ven en ese contenido, que incluye la petición de «un favor» y la implicación de su abogado y del fiscal general de EEUU en un caso donde buscaba información sobre un oponente político, la «traición» al cargo, a la seguridad nacional y al país de la que habló Pelosi el martes. Y la Administración tuvo también que acelerar ayer la entrega al Congreso de la queja inicial que planteó el empleado de inteligencia, una entrega a la que se había negado hasta ahora.

Pelosi y los demócratas, mientras, han prometido que quieren avanzar «lo más rápido posible». Y se acelera el trabajo en los seis comités que ya investigaban a Trump y que ahora lo hacen bajo ese paraguas formal abierto por Pelosi, que les ha pedido las mejores pruebas posibles para presentar al Comité Judicial.