La paranoia se ha apoderado de la Casa Blanca. La carta anónima publicada en The New York Times por un alto cargo de la Administración que dice ser parte de un grupo de funcionarios que trabaja en secreto para «frustrar partes de la agenda» y las «peores inclinaciones» del presidente ha puesto en marcha una caza detectivesca para encontrar al responsable de la misiva. Donald Trump ha pedido al Departamento de Justicia, cuyo responsable es el fiscal general Jeff Sessions, que abra una investigación, mientras sus asesores han elaborado una lista de sospechosos que habría quedado reducida a 12 personas, según la prensa estadounidense.

También se barajan otras opciones para encontrar al responsable de esta última crisis, como someter a los altos cargos un examen poligráfico. La carta presentó a Trump como un dirigente «amoral», «impetuoso» o «mezquino», esencialmente un peligro para país.

La búsqueda de sospechosos ha obligado a los altos cargos de la Administración a declarar uno tras uno «yo no he sido» y reafirmar públicamente su lealtad al comandante en jefe. Un ejercicio insólito en los arcanos de la presidencia, más propio de las familias de la camorra. El texto de la misiva ha venido a confirmar lo que el periodista Bob Woodward describe en su último libro como «un golpe administrativo» en el seno del Ejecutivo.

SABOTAJES SECRETOS / El legendario reportero del Washington Post, que ha publicado trabajos semejantes sobre los últimos ocho presidentes, detalla cómo altos cargos de la Administración habrían trabajado en secreto para sabotear algunas decisiones del presidente, llegando incluso a robar documentos de su escritorio para evitar que los firmara. Esas decisiones habrían incluido desde el intento del presidente para romper el acuerdo comercial con Corea del Sur a la retirada de todas las ayudas económicas a Pakistán, acciones que nunca se materializaron.

Las alegaciones son gravísimas porque, al fin y al cabo, Trump ganó limpiamente las elecciones y obtuvo un mandato democrático para decidir el rumbo del país. No solo eso. Las actividades de esa «resistencia callada» que se habría arrogado la misión de salvar al país de un dirigente al que la carta describe como mentalmente «inestable», dan legitimidad a lo que Trump lleva mucho tiempo diciendo, la existencia de un deep state (Estado profundo) que conspira para torpedear su trabajo.

Ese término solía utilizarse para describir a los poderes fácticos en países como Turquía, Egipto o Pakistán, donde los militares y la inteligencia han tendido a maniobrar desde lo que se conoce también como las cloacas del Estado para imponer su criterio sobre el presidente de turno. El autor de la carta curiosamente no utiliza la expresión deep state (Estado profundo), sino steady state, algo así como Estado inmutable.

Trump está furioso y alarmado, según la descripción de la prensa estadounidense. «Creo que Jeff (Sessions) debería investigar quién es el autor de esa pieza porque afecta a la seguridad nacional, dijo ayer. El jueves por la noche, durante un mitin en Montana, cargó contra aquellos que le estarían haciendo la cama.

«Los operarios no elegidos del deep state que desafían a los votantes para impulsar sus agendas secretas son una verdadera amenaza para la democracia», declaró ante sus seguidores.

En los distintos ministerios no han dejado de sonar los teléfonos. La Casa Blanca busca pistas para encontrar al nuevo garganta profunda, lo que sugiere que en las próximas semanas podría desatarse una auténtica caza de brujas. Entre los congresistas, pocos han quedado sorprendidos por lo que dice la misiva. El comportamiento errático de Trump, sus pasmosas lagunas, su déficit de concentración o su actitud caprichosa son a estas alturas de dominio público. «Cuando la leí, me pareció que no había nada nuevo. Todos los que hemos trabajado con la Casa Blanca entendemos la situación que existe allí», dijo el senador republicano, Bob Corker, un crítico feroz del presidente. Él mismo definir la Casa Blanca hace unos meses como «una guardería para adultos».

Entre su electorado abunda la idea de que Trump es víctima de una suerte de conspiración de las élites liberales. Lo expresaba en un editorial Investor’s Business Daily. «Todo es parte de una campaña de la izquierda y los medios para deslegitimar la presidencia de Trump. Tiene todos los trazos de un golpe sin sangre».