El mismo día en que Donald Trump juró el cargo de presidente de Estados Unidos su equipo presentó la documentación ante la Comisión Federal de Elecciones que puso en marcha su campaña para el 2020. Menos de un mes después el mandatario ofrecía en Florida el primer mitin pagado por su comité de reelección. Cuando un reportero le preguntó si no era demasiado pronto para un acto de ese estilo, Trump contestó: «La vida es una campaña».

Los 29 meses de su presidencia lo han demostrado en su caso. El modelo no es inédito, pero ningún presidente antes lo había aplicado con tal intensidad. Trump ha dado más de 60 mítines. Sus discursos, tuits, declaraciones y entrevistas tienen la vista puesta en la cita con las urnas el 3 de noviembre del 2020. Y lo único que faltaba era un acto que oficialmente lanzara la perpetua candidatura.

El escenario elegido para hacerlo fue Orlando, de nuevo en Florida, estado que Trump ganó por solo el 1%, es vital para sus aspiraciones y donde ya ha realizado seis mítines y ha pasado más de 100 días. Cientos de seguidores hicieron cola desde el lunes para garantizarse las primeras filas en el Amway Center, con capacidad para 18.500 personas. Y se preparaban para oír el mensaje avanzado por los asesores del presidente: «Promesas hechas, promesas cumplidas».

Trump ha dejado de ser el outsider que el 15 de junio del 2015 anunció una candidatura que prácticamente nadie tomó en serio pero acabó en una presidencia que ha roto esquemas. Ahora cuenta con la potente maquinaria de esa presidencia, una campaña mucho más profesionalizada y organizada, el respaldo absoluto del Partido Republicano y su engrasado aparato electoral y arcas rebosantes con una cifra histórica de más de 100 millones de dólares.

Él es ahora el poder y parte de su mensaje es destacar sus logros económicos. Estos son innegables en cifras macroeconómicas como buenos datos de desempleo (3,6%) y crecimiento (3,1%) o los recortes de impuestos, aunque se hace más difícil encontrar la traducción en la realidad de un país donde la desigualdad sigue intensificándose y los sueldos no se recuperan igual.

Otro componente fundamental del discurso de Trump, no obstante, sigue siendo el de la disrupción y la defensa de políticas nacionalistas, proteccionistas y de mano dura con la inmigración, lo que demuestra la concentración de un presidente cuyo índice de aprobación se mueve por debajo del 45% en mantener el foco casi exclusivo en sus fieles bases.

DEPORTACIONES / Las bases son también a las que busca enfervorizar en materia migratoria. Y aunque el prometido muro en la frontera con México lo ha dejado en segundo plano, Trump presume del acuerdo alcanzado con México para frenar la llegada de centroamericanos y ayer anunciaba que la semana que viene iniciará redadas y deportaciones de «millones» de simpapeles.

Sin un rival definido aún pero con 23 candidatos luchando por la nominación, Trump lleva tiempo también poniendo el foco en la supuesta radicalización del Partido Demócrata, alertando de la llegada del «socialismo». Su principal competidor por ahora, según los sondeos, es el exvicepresidente Joe Biden, emblema del aparato moderado y al que las propias encuestas realizadas para la campaña de Trump dan ventaja en estados clave. Recordar el 2016 hace más que desaconsejable fiarse de esos o cualesquiera otros sondeos, pero la filtración de los malos datos provocó este fin de semana el despido de tres de las compañías de encuestas.