La historia de Sutherland Springs nunca volverá a ser igual. Nadie revivirá a sus muertos, asesinados el domingo a sangre fría por un exmilitar de la Fuerza Aérea mientras celebraban la misa del domingo entre cánticos, oraciones y buenos propósitos. Y sus vidas tampoco servirán para que el grueso de la clase política abandone su indiferencia hacia el problema de las armas. Desde Japón, una de las paradas de su gira asiática, el presidente Donald Trump aseguró que la masacre no tuvo nada que ver con las armas y cargó toda la responsabilidad en “los problemas mentales” del asesino. Que tuviera problemas parece una obviedad, de otro modo es difícil explicar cómo pudo matar a sangre fría a 26 personas, incluidos varios niños, una mujer embarazada y la hija adolescente del párroco. Ocho de las víctimas pertenecían a una misma familia.

Como tantas otras veces, todo sucedió muy rápido. Fue el domingo, durante la misa. El asesino, Devin Patrick Kelley, un hombre blanco de 26 años, llegó a la iglesia vestido de negro, enfundado en un chaleco táctico y armado con un rifle de asalto Ruger semiautomático. Mató a dos personas fuera del templo y luego entró en el edificio, donde siguió disparando de forma indiscriminada. Al abandonar el lugar de la masacre un vecino armado le disparó y le obligó a tirar el arma y darse a la fuga en un todoterreno, según el último relato de las autoridades. Empezó una persecución. El vecino y otro viandante le siguieron en una furgoneta hasta que el coche del asaltante acabó en la cuneta. De acuerdo con el sheriff del condado, él mismo se acabó quitando la vida.

300 millones de armas

Trump describió al asesino como “un perturbado” con “problemas mentales de primer orden” y negó que lo acontecido tenga algo que ver con los 300 millones de armas en posesión de civiles que hay en EEUU o las leyes enclenques que sirven para regularlas. “Tenemos muchos problemas de salud mental en nuestro país, este no es un asunto de armas”, dijo para cerrar el debate.

Los investigadores tratan ahora de encontrar un motivo que explique el crimen que ha traumatizado a Sutherland Springs, un pueblo diminuto de poco más de 300 habitantes, conservador y cristiano hasta la médula, donde todo el mundo se conoce y donde la gente solía pensar que estos episodios de terror gratuito solo pueden suceder en las ciudades. Kelley tenía aparentemente problemas psicológicos desde que era un adolescente. Se crio con sus padres en una casa cercana al millón de dólares y situada a 45 minutos de Sutherland Springs. Según han contado sus antiguos compañeros, sus padres lo atiborraban a medicamentos durante la secundaria. “Yo fui su mejor amiga durante algunos años y por entonces era una persona feliz y considerada. Es una locura lo que pueden hacer las enfermedades mentales”, escribió Courtney Kleiber en Facebook.

Amenaza a la suegra

En el 2010 se alistó en la Fuerza Aérea y fue destinado a una base en Nuevo México, pero su carrera militar acabó precipitadamente cuatro años después, cuando fue despedido con deshonor y rebajado de rango. Dos años antes, un tribunal militar le había condenado a 12 meses de prisión por maltratar a su hijo y a su esposa, que ese mismo año tramitó el divorcio.

La cuestión es por qué decidió atacar la iglesia de Sutherland Springs. Según publica la CNN, la misma mañana del crimen le mandó un mensaje de texto amenazante a su suegra, que de vez en cuando acudía a rezar a la iglesia atacada. El pasado domingo no lo hizo. También hay indicios de que conocía a la gente del pueblo. A algunos de ellos los había invitado a su página de Facebook, donde posaba armado y defendía el ateísmo.

La peor matanza en la historia de Tejas

Devin Kelley ocupará un lugar destacado en la historia de la infamia. Su crimen del domingo es la peor matanza en la historia moderna de Tejas, por encima de las 23 personas que fueron asesinadas en una cafetería de Killeen en 1991 y las 17 que cayeron en 1966 cuando un estudiante disparó desde la torre de la Universidad de Austin. Desde un punto de vista nacional, es el cuarto tiroteo con más víctimas, después del de Las Vegas (59 muertos), la discoteca Pulse de Orlando (49), Virginia Tech (32) y Shandy Hook (26).