Donald Trump acostumbra a hablar del Rusiagate como una “caza de brujas”. Este jueves, sin embargo, le ha convenido a él poner el tema bajo los focos. En dos mensajes en Twitter, el presidente ha desmentido haber grabado o tener grabaciones de sus conversaciones con James Comey, el director del FBI al que cesó en medio de la investigación, un despido que ha hecho que el fiscal especial Robert Mueller esté estudiando ahora si el mandatario obstruyó a la justicia.

Fue Trump quien el 12 de mayo, tres días después de cesar a Comey, colgó en Twitter un amenazante mensaje (“¡Ya puede esperar James Comey que no haya “cintas” de nuestras conversaciones antes de empezar a filtrar a la prensa!”). Plantó así las dudas de si estaba grabando en la Casa Blanca, algo que hizo Richard Nixon y acabó siendo su perdición.

Desde entonces Trump se ha negado a confirmar o desmentir si existían esas grabaciones. Solo después de que el ya cesado Comey testificara ante el Senado y explicara que aquel tuit original le animó a filtrar las notas que había tomado de las conversaciones entre ambos, el presidente anunció que desvelaría si había cintas o no.

Lo ha hecho con dos tuits hoy, un día en que la vista de todo el país estaba puesta, por fin, en la propuesta de ley que los republicanos en el Senado han preparado en secreto para desmantelar la reforma sanitaria de Obama.