Después de asistir a una misa en su honor en la catedral de Washington y ver cómo algunos miembros de su familia se entretenían en la bolera de la Casa Blanca, Donald Trump dedicó la segunda jornada de su presidencia a visitar la sede central de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Langley (Virginia). Un gesto especialmente simbólico debido al sonado enfrentamiento que ha mantenido con las agencias de espionaje a raíz del informe que estas elaboraron acusando a Rusia de interferir en las pasadas elecciones para ayudar a su candidatura y socavar la democracia estadounidense. Pero esta vez, ante los mismos funcionarios a los que acusó de comportarse “como en la Alemania nazi” para difamarle, se ha mostrado conciliador y dispuesto hacer borrón y cuenta nueva.

“Yo os aprecio y os respeto”, ha dicho ante los funcionarios congregados para escucharle. “No hay nadie que se sienta tan cercano a los servicios de inteligencia y la CIA como Donald Trump”. El magnate les ha agradecido sus servicios y ha acusado a los medios “deshonestos” de “haber creado la impresión” de que estaba enfrentado a ellos. También les ha prometido todos los recursos necesarios para acabar con el Estado Islámico. “Vamos a empezar a ganar de nuevo y vosotros vais a liderar la ofensiva”. El hombre elegido por Trump para dirigir la agencia, Mike Pompeo, un exdiputado cercano al Tea Party todavía no ha sido confirmado por el Senado pero se espera que sustituya pronto a John Brennan. El nuevo presidente sugirió en uno de sus tuits que fue Brennan quien filtró a la prensa que el dossier sin corroborar y elaborado por sus rivales políticos que le acusaba de tener comprometedores vínculos con Rusia.

Para recongraciarse con la agencia, Trump necesitará algo más que palabras porque, entre otras cosas, se ha negado a recibir hasta ahora sus informes diarios. Afirma que es lo suficientemente inteligente para tener que leer todos los días lo mismo.