Los recientes lanzamientos de misiles norcoreanos son irrelevantes. Lo aclaró hoy Donald Trump, presidente estadounidense, corrigiendo a sus asesores más inflamados y probablemente desdeñando los esfuerzos por llamar la atención de Pionyang. Corea del Norte, precisó, “ha lanzado varias armas pequeñas que han inquietado a mi gente y a otras personas, pero no a mí”. “Tengo confianza en que el presidente Kim mantendrá lo que me prometió”, finalizó en referencia al líder norcoreano.

El país asiático lanzó varios misiles de corto alcance a principios de mes desde la península de Hodo. La prensa nacional los describió sucintamente como “armas tácticas guiadas” y precisó que las “maniobras de ataque” habían sido supervisadas in situ por Kim Jong-un. Fue una medida calculada de Pionyang, que bastó para evidenciar su hastío por el estancamiento del proceso de desnuclearización pero sin violar la moratoria unilateral de lanzamientos de misiles de largo alcance y ensayos nucleares que se comprometió a cumplir en la fracasada cumbre bilateral de Hanoi.

BOLTON, EL INCENDIARIO

Los misiles, sin embargo, fueron interpretados como un desafío imperdonable por el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, quien el sábado había asegurado en una entrevista que habían violado “sin ninguna duda” las resoluciones de la ONU. Es sabido el fastidio invencible que le causan los procesos negociadores a Bolton. Se ha vanagloriado de influir en la ruptura del acuerdo firmado por Pionyang y Washington en tiempos de Bill Clinton, probablemente lo más cerca que se ha estado nunca de solucionar el conflicto, y los expertos le responsabilizan del fracaso de Hanoi por plantear a última hora unas exigencias inasumibles. En los últimos meses ha aireado la posibilidad de guerras o invasiones en Corea del Norte, Venezuela e Irán. Un presidente tan levantisco como Trump ha reconocido que tiene que embridar la pulsión belicista de su principal asesor.

El proceso de desnuclearización permanece gripado. De la primera cumbre en Singapur salió un acuerdo grandilocuente y bienintencionado pero sin ninguna concreción y de Hanói, donde se esperaba su implementación, ambos líderes se levantaron de la mesa y se acusaron mutuamente después de plantear pretensiones excesivas. No hay una tercera cumbre prevista y a Pionyang le solivianta que su amontonamiento de gestos de buena voluntad no hayan sido recompensados aún por el levantamiento de una sola de las sanciones económicas. Pero ambos líderes se han esforzado en salvar su química personal de las turbulencias del proceso. Trump reveló recientemente que “se había enamorado” de Kim tras recibir sus cartas y la prensa norcoreana evita las críticas a Trump que coleccionaron sus antecesores. Las descalificaciones de “idiota con baja inteligencia” que le dedicó la semana pasada a su rivaldemócrata, Joe Biden, fueron interpretadas como una cortesía norcoreana hacia Trump.

CITA CON EL EMPERADOR

Los últimos lanzamientos de misiles generaron una preocupación comprensible en Japón, sobre cuyo territorio sobrevolaron varios misiles norcoreanos en los tiempos más fragorosos. Su primer ministro, Shinzo Abe, también interpretó que habían violado las resoluciones de la ONU. Los tuits de Trump contradicen también a su anfitrión pero no parece que haya afectado su visita. Trump y Abe se han fotografiado esta mañana en el campo de golf de Chiba, han compartido una velada de sumo y una cena con todos los honores. Trump será este lunes el primer líder internacional en saludar a Naruhito, el nuevo emperador, antes de abordar la agenda económica. Washington amenazó meses atrás con imponer unos aranceles del 25 % a los automóviles japoneses porque atentan contra “la seguridad nacional”.