Donald Trump puede tuitear «caza de brujas» o «¡caza de brujas!» o «¡CAZA DE BRUJAS!», su frase favorita para denostar la investigación del posible vínculo de su campaña con Rusia, por la que Moscú pudo interferir en las elecciones del 2016. Lo cierto es que los últimos acontecimientos legales, tanto en referencia a las pesquisas que dirige el fiscal especial Robert Mueller como de otras abiertas por la fiscalía de Nueva York, han ayudado a asentar el retrato más específico hasta la fecha de la vulnerabilidad legal y política que pone en jaque al presidente de EEUU.

La ansiedad crece en la Casa Blanca y en el presidente, que la última semana ha pasado muchas más horas que de costumbre en la residencia presidencial sin publicitar el contenido de su agenda. El cerco al presidente y su círculo más cercano, tras casi un año y medio estrechándose, parece próximo a cerrarse.

La presión se ha intensificado en los últimos 10 días conforme avanzaban los casos judiciales contra Michael Cohen, que fue su abogado personal, y Paul Manafort, que dirigió durante unos meses su campaña. La fiscalía neoyorquina asegura que Trump («individuo 1» en los documentos del caso contra Cohen) orquestó los pagos para mantener silenciadas a Stormy Daniels y Karen McDougal, dos mujeres que aseguran haber mantenido relaciones sexuales con él. Esos pagos se realizaron con intenciones electorales (proteger su reputación antes de que los ciudadanos fueran a las urnas) y pudieron vulnerar las leyes de financiación de campaña

Trump sigue negando su responsabilidad y, aunque hay enormes dudas legales de que el presidente pudiera ser imputado mientras esté en el cargo en la Casa Blanca, se teme que este sea su principal punto débil. Los demócratas ya han indicado que si se demuestran las acusaciones podrían sentar las bases para iniciar un proceso de impeachment.

Los problemas de Trump no acaban ahí. Cohen, por ejemplo, ha dado a Mueller nueva información sobre cómo Trump personalmente orquestó esfuerzos para establecer contactos con cargos rusos en el 2015, justo cuando preparaba la campaña. El abogado ha reconocido también que mintió al Congreso sobre las conversaciones que mantuvo con rusos sobre la potencial construcción de una Torre Trump en la capital rusa.

Según reflejan los documentos judiciales, «Cohen siguió trabajando en el proyecto y discutiéndolo con Trump muy entrada la campaña», al mismo tiempo que había «esfuerzos continuados del Gobierno ruso de interferir en las elecciones presidenciales de EEUU». Como guinda al pastel de problemas, Cohen ha admitido que habló con personal de la Casa Blanca y abogados de Trump antes de mentir al Congreso.

Las conversaciones con la Casa Blanca, ya bajo mando de Trump, también aparecen en el caso de Manafort, que se ha quedado sin acuerdo en el caso que tiene abierto Mueller en su contra por mentir. En concreto, el fiscal especial le ha acusado de mentir sobre sus interacciones con Konstantin Kilimnik, un ucraniano que según Mueller tiene vínculos con la inteligencia rusa. Mueller asegura que Manafort ha estado en contacto con altos cargos de la Casa Blanca incluso tras ser imputado.

Las revelaciones sobre esos contactos señalan a que Mueller puede estar investigando si Trump obstruyó la justicia más allá del episodio del despido del director del FBI James Comey. Según reveló la cadena CNN, el fiscal especial entrevistó recientemente a John Kelly, el jefe de Gabinete saliente de Trump, que llegó al cargo en julio del 2017, dos meses después del cese de Comey.

El jueves se supo, además, que los investigadores federales examinan al comité que preparó los fastos de la toma de posesión, que logró una recaudación récord de 107 millones de dólares. Trump enfrenta también un par de demandas civiles que aseguran que negocios de la Organización Trump, como los hoteles, representan una violación de la cláusula de emolumentos de la Constitución que le prohibe hacer negocios o recibir regalos de gobiernos extranjeros.