Desde un lugar tan simbólico como el Teatro Manuel Artime de Miami, consagrado a uno de los líderes del desembarco fallido en Bahía de Cochinos, Donald Trump se dispone a anunciar este viernes un giro en la política de acercamiento a Cuba promovida por su predecesor. Dos años y medio después de que comenzará la normalización de relaciones con La Habana, el nuevo presidente de Estados Unidos anunciará medidas para restringir los viajes a la isla y prohibir los negocios con el entramado de empresas controladas por el Ejércitocubano, según han adelantado fuentes de la Administración. La marcha atrás ya fue anticipada durante la campaña, pero no será completa porque no se espera el cierre de las embajadas ni el veto a todos los intercambios comerciales.

“El planteamiento general pasa por permitir que continúe tanto como sea posible la actividad comercial y los intercambio porque vemos su lado positivo, sus beneficios para los cubanos”, dijo el martes el secretario de Estado, Rex Tillerson, en el Congreso. “Por otro lado, creemos que se ha conseguido muy poco a la hora de cambiar el comportamiento del régimen en Cuba, su forma de tratar a la gente, y hoy tiene pocos incentivos para hacerlo”. En otras palabras, eso significaría que su Administración pretende adoptar lapolítica del palo y la zanahoria, después de que Barack Obama no condicionara el proceso de normalización tras constatar el fracaso de más de medio siglo de embargo y aislamiento a la isla comunista de los hermanos Castro.

En el punto de mira se ha puesto a GAESA, (Grupo de Administración de Empresas S.A.), el conglomerado de más de 50 compañías controladas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Dirigido por el esquivo general Luis Alberto Rodríguez, el yerno de Raúl Castro, aunque hay rumores de que podría haberse divorciado de Deborah Castro, GAESA acapara muchos de lossectores más lucrativos de la economía cubana. La lista incluye más de medio centenar de hoteles, muchos gestionados por cadenas extranjeras como el Grupo Meliá, supermercados, tiendas minoristas, compañías de alquiler de coches, gasolineras, empresas importadoras o la nueva terminal de contenedores del puerto de Mariel, según varias fuentes.

Nadie sabe exactamente qué porcentaje de la economía cubana está controlada por GAESA, pero las estimaciones oscilan entre el 40% y el 80%. “La nueva política no castiga al pueblo cubano, sino a los miembros represores del Gobierno militar cubano”, dijo un alto funcionario de la Casa Blanca en una teleconferencia con la prensa. Los departamentos del Tesoro y Comercio ultiman medidas paraprohibir las transacciones financieras directas a las empresas controladas por los militares y las fuerzas de seguridad, aunque se harán algunas excepciones, que no han sido todavía especificadas.

“El impacto va a ser enorme porque, si no puedes coger un taxi o alquilar un coche o quedarte en un hotel de GAESA, se va a notar”, asegura Mike González, un analista de origen cubano de la Heritage Foundation, un laboratorio de ideas conservador y muy cercano a la Administración Trump. “Le va a hacer daño al régimen, a los militares y a la familia Castro”.

Los viajes turísticos de los estadounidenses llevan décadas prohibidos, pero con Obama se autorizaron una larga lista de motivos para visitar la isla y varias aerolíneas comenzaron a operar vuelos directos. Las 12 categorías (visitas familiares, viajes humanitarios, religiosos, periodísticos…) se mantendrán, según fuentes de la Administración, pero se vetarán los llamados viajes “pueblo a pueblo”, visitas organizadas de carácter educativo por las que se podía viajar sin necesidad de ir en grupo siempre que incluyeran una agenda de contactos con cubanos de la sociedad civil.

La revaluación de la política hacia Cuba, una de las promesas de campaña de Trump, lleva gestándose desde febrero y ha enfrentado a diversos sectores del poder estadounidense. “Hay una pelea enorme en la Administración. Los defensores de los intereses de las empresas y los diplomáticos de carrera quieren que las cosas sigan igual", dice González. También los estados agrícolas, que ven en Cuba un mercado interesante. Del otro bando, el senador republicano y ex candidato a la presidencia, Marco Rubio, uno de los representante de la vieja guardia anticastrista, ha sido uno de los principales impulsores del giro de Trump.

No deja de resultar llamativo, sin embargo, que al presidente le preocupen los derechos humanos en Cuba cuando los ha obviado al tratar con otras dictaduras, como las de Egipto, Arabia Saudí o Emiratos. Ese doble rasero presagia una vuelta sin matices a la política que EE UU mantuvo durante décadas en el exterior, en la que apoyó sin ambages a los regímenes proamericanos y castigó a los regímenes díscolos, por más que sus abusos fueran igual de flagrantes. Basta ver la beligerancia que ha mostrado hacia Irán, cuando no tuvo reparos en bailar agarrado con sus amigos saudís.