De los derechos humanos se habló poco o nada, según las fuentes. Salieron “brevemente” en el contexto de la campaña contra la droga, señala Washington. “No se mencionaron ni los derechos humanos ni las ejecuciones extrajudiciales”, defiende Manila. Ya se intuía que no monopolizarían la reunión entre Rodrigo Duterte, presidente filipino, y Donald Trump, su homólogo estadounidense. El primero había amenazado al segundo en la víspera con enseñarle la puerta de salida si se atrevía a pisarle ese callo. Fue sólo una chanza entre colegas: Trump ya había demostrado días antes en China que los derechos humanos no guían su geopolítica y meses atrás alabó la briosa lucha contra la droga de su anfitrión.

La cumbre de ASEAN ha reunido por primera vez al Trump asiático y al original. Duterte ya había evidenciado la complicidad en la cena de gala de la víspera atacando con convicción la balada local que le había pedido Trump. “Eres el amor que he estado esperando”, entonó con micrófono en mano.

La reunión de hoy ha sido calificada de magnífica por las partes. Los dos líderes levantiscos y asilvestrados son fotocopias a ambas orillas del Pacífico. Ignoran los formalismos de la diplomacia tradicional, han identificado los miedos sociales (la droga a un lado, la inmigración al otro) y los combaten sin sutilezas, se presentan como los defensores del pueblo y desprecian al 'establishment liberal' y las críticas globales. Trump y Duterte demuestran que el populismo no entiende de fronteras. Los separa el cumplimiento de las promesas: han muerto ya unos cuantos miles de drogadictos filipinos mientras Trump sólo ve el muro de México en el plano y olvidó en Pekín aquella virulencia contra sus usos comerciales.

Perfiles autoritarios

La llegada de Trump a la Casa Blanca ha engrasado las relaciones con Manila, que se descompone sin remedio cuando le mencionan los derechos humanos. La insistencia de Obama explica que Duterte le recordara que era negro, le mandara al infierno y mentara a su madre en términos poco amables. A Trump, en cambio, se le ve mejor con perfiles autoritarios como Duterte, el Rey Salman de Arabia Saudí o el presidente ruso, Vladimir Putin.

Trump felicitó a Duterte por su “increíble” campaña contra la droga, según la transcripción filtrada meses atrás de una conversación telefónica. “Muchos países tienen ese problema, yo tengo ese problema, pero tú estás haciendo un gran trabajo”, añadió. Manila asegura que la policía ha matado a 3.000 drogadictos y traficantes, y siempre en defensa propia. Las organizaciones de derechos humanos y otras fuentes locales elevan los muertos hasta 9.000 y hablan de ejecuciones extrajudiciales a sospechosos desarmados.