Donald Trump amenazó con cerrar la frontera con México para impedir el paso de la última caravana de inmigrantes centroamericanos, una riada de más de 3.000 personas que transita por Guatemala en su camino hacia el norte. El líder estadounidense aireó también la posibilidad de enviar un nuevo contingente de militares a los confines del río Bravo, días después de amenazar a México y Guatemala con imponerles sanciones si no frenan la columna de inmigrantes. Sus palabras, sin embargo, deben interpretarse en clave electoral. El jefe de los republicanos está embarcado en la campaña para las legislativas del 6 de noviembre y esta semana tiene previsto parar en varios estados del oeste, donde más resuena su agresiva retórica contra los inmigrantes.

Trump está tratando de movilizar a esa América blanca que no se reconoce en un país cada vez más mestizo y bilingüe con el mismo grito de guerra que le catapultó a lo más alto de la política estadounidense. «Los republicanos deben hacer de las horrendas, débiles y caducas leyes inmigratorias parte de la agenda en las legislativas», dijo el miércoles en una llamada de atención a sus correligionarios. Los conservadores aspiran a mantener el control de las dos cámaras del Congreso y pocos asuntos galvanizan tanto a su electorado como la supuesta amenaza que presentan los inmigrantes.

A su Administración le llueven las críticas por la deferencia que ha demostrado hacia Arabia Saudí tras el presunto asesinato del periodista Jamal Kashoggi, residente en Virginia y colaborador de The Washington Post. La Casa Blanca sigue dando cobertura a la versión del régimen saudí a pesar de que todos los indicios sugieren que fue brutalmente descuartizado en el consulado saudí de Estambul.

La caravana que avanza en grupo por Centroamérica empezó con unas 160 personas que partieron el sábado desde San Pedro Sula, la segunda ciudad de Honduras, pero ha ido creciendo hasta superar los 3.000 migrantes.