Estados Unidos y Corea del Norte cocinan la segunda cumbre presidencial. Kim Jong-un la ofreció por carta a Donald Trump el viernes y la Casa Blanca ya estudia la fecha. Tampoco había requerido mucho debate la anterior propuesta norcoreana: Trump solo necesitó 45 minutos para aceptar la histórica y mediática cumbre de junio en Singapur. De aquella, tres meses después, solo quedan las buenas intenciones y la sintonía personal entre ambos líderes. Sería recomendable que en la próxima abordaran garantías de cumplimiento para que el proceso de desnuclearización trascendiera a las ampulosas promesas.

La carta de Kim es «muy cariñosa y positiva», aclaró Sarah Sanders, portavoz de la Casa Blanca. «Su principal objetivo es pedir y fijar otra reunión con el presidente, con la que estamos de acuerdo y ya estamos coordinando», continuó. En ella se subraya el «vigente compromiso de centrarnos en la desnuclearización de la península», terminó. La Casa Blanca no hará pública la carta si Pionyang no da su permiso.

Moon Jae-in, presidente surcoreano, agradeció el gesto y recordó que solo el diálogo entre EEUU y Corea del Norte puede resolver el asunto. Moon, catalizador del deshielo, se reunirá la semana próxima con Kim Jong-un.

La carta forma parte de la ofensiva norcoreana del fin de semana para reconducir un proceso que se había empezado a agriar tan pronto Trump y Kim se despidieron en Singapur. El desfile militar para conmemorar el 70º aniversario de la fundación del país fue un guiño a Washington: Pionyang dejó los misiles intercontinentales en el garaje, centró los discursos oficiales en cuestiones económicas y obvió el desarrollo nuclear. Fue un gesto «de buena fe», corroboró Sanders. Trump ya había agradecido la mesura. «Gracias, presidente Kim. Los dos probaremos que todo el mundo está equivocado», dijo en referencia al clima escéptico.

El triunfalismo de Trump en Singapur se reveló pronto como excesivamente optimista. Aquel acuerdo, apenas medio folio con vaporosas referencias a la paz y al entendimiento entre pueblos, no contemplaba ni la entrega de un listado pormenorizado de armas e instalaciones, ni la fiscalización del desarme por inspectores internacionales, ni un calendario. El proceso quedó en manos de la buena fe de las partes y hoy ambos acumulan reproches. Denuncia Washington que los satélites revelan que Pionyang sigue fabricando misiles.