Viktor Orban ha vuelto a visitar la Casa Blanca, 21 años después de que Bill Clinton le abriera las puertas durante su primera etapa como primer ministro, cuando se presentaba con un dirigente centrista que aspiraba a integrar a Hungría en la OTAN para alejarla de la órbita rusa. Aquel mismo dirigente es hoy uno de los abanderados del ultranacionalismo xenóbofo que recorre Europa, donde se le acusa de socavar la democracia húngara, amordazar a los medios críticos, maltratar a los refugiados y alimentar el antisemitismo y la islamofobia. Ni George Bush ni Barack Obama quisieron recibirle, pero con Donald Trump en el poder ha vuelto a tener las puertas abiertas de la Casa Blanca. Ya lo dijo Steve Bannon, Orban fue Trump antes que Trump.

"Es un gran honor", ha dicho el presidente de Estados Unidos al recibir a Orban en el Despacho Oval. Trump ha asegurado que, si bien el primer ministro húngaro "es un poco controvertido", está "haciendo un trabajo magnífico" y le ha felicitado por sus políticas inmigratorias y su protección de los cristianos. A pesar de las críticas que la visita ha despertado en Washington, su Administración ha tratado de presentarla como una oportunidad para alejar a Hungría de Rusia y China, que disfrutan de una creciente influencia en el país centroeuropeo. Está previsto que Orban firme dos acuerdos para comprar misiles estadounidenses de medio alcance y gas natural exportado desde Norteamérica.

Pero como subrayan los analistas en Washington, ni si quiera la afinidad ideológica y la admiración mutua que los dos dirigentes se profesas, está sirviendo para que Orban se alinee con los intereses estadounidenses en la región. Por un lado, ha ignorado las demandas del Departamento de Estado para frenar la expulsión del país de la Universidad Central Europea del financiero George Soros, al que el primer ministro húngaro ha convertido en su bestia negra, acusándole de todo tipo de teorías conspiratorias. El Gobierno de Budapest también está bloqueando las conversaciones para que Ucrania se acerque a la OTAN. Y el renovado acuerdo de cooperación militar que EE UU firmó en abril con Hungría ha quedado varado en el Parlamento húngaro, donde el Fidesz de Orban tiene la mayoría.

EE UU debería hacer todo lo que puede para reforzar la democracia liberal en Europa ante el desafío que los partidos centristas enfrentan de las formaciones de ultraderecha con una agenda racista y autoritaria, ha escrito The Washington Post en un editorial. En lugar de eso, y con un creciente descaro, Trump se está alineando con los enemigos de la democracia.