Ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas, como decía el expresidente Aznar. Khalid Masood nació hace 52 años en el condado de Kent, en el sureste de Inglaterra, y vivía en Birmingham (centro), apenas a dos horas y media en coche de Londres. Había sido condenado por agresiones y por tenencia de armas, y en algún momento, años atrás, el MI5 -el servicio de inteligencia interior británico-- le había llegado a vincular al «extremismo violento». Pero cuando el miércoles fue abatido tras abalanzarse con un coche alquilado sobre la muchedumbre en el puente de Westminster y apuñalar a un policía, ni siquiera aparecía en la lista de 3.000 personas susceptibles de cometer un acto terrorista que maneja el MI5, aseguraba el diario The Guardian. El Estado Islámico (EI) se atribuyó ayer el atentado, que causó cuatro muertos (tras el fallecimiento de otro de los heridos), entre ellos una mujer británica de origen gallego.

La policía británica lanzó ayer varias operaciones y registros en distintos puntos del país, principalmente en Birmingham, donde fueron detenidas siete personas. Otra fue arrestada en Londres. Todas ellas están acusadas de preparar actos terroristas. Mientras, la conmocionada capital británica trataba de recuperar la normalidad y la Cámara de los Comunes reemprendía la sesión abruptamente interrumpida el miércoles. «El Reino Unido no tiene miedo», proclamó la primera ministra, Theresa May.

EVIDENTE INTRANQUILIDAD / Miedo quizá no sea el término adecuado, pero las palabras del ministro de Defensa, Michael Fallon, a la BBC denotaban una evidente intranquilidad: «Este tipo de ataque de lobo solitario, usando elementos de la vida cotidiana, un vehículo, un cuchillo, son mucho más difíciles de prevenir», admitió. «Además, nos enfrentamos a un enemigo que no presenta exigencias ni toma rehenes, sino que simplemente quiere matar a tanta gente como pueda», añadió.

CIUDADANOS EUROPEOS / Llueve sobre mojado. Para empezar, el autor del ataque era natural de la UE, tanto como lo eran en su mayoría los de los atentados de París y Bruselas, o como los del 7-J en el mismo Londres. El terrorista que lanzó un camión contra la multitud en Niza acabando con la vida de 86 personas era tunecino pero tenía residencia legal en Francia. Y francés era el protagonista de otro confuso incidente, este mismo jueves, en la ciudad belga de Amberes. Nada que se pueda prevenir con un veto migratorio o no dejando subir ordenadores a los aviones. Y las últimas acciones de este tipo -Niza, Berlín, Orly- consagran unos métodos operativos dirigidos a causar el máximo daño posible con infraestructura y planificación mínimas -ya hay quien habla de terrorismo low cost-, y por tanto casi imposibles de detectar. Individuos residentes en la zona, sin desplazamientos sospechosos; sin vínculos directos con el EI, radicalizados a menudo en casa a través de internet; y que no usan armas de fuego, sujetas a estricto control en Europa, sino un cuchillo o un coche.

La doctrina la estableció en su día un cabecilla de la propaganda del EI, Abú Mohamed al Adnani, abatido el pasado mes de agosto. En septiembre del 2014, llamó a los «soldados del Califato» a matar policías, militares o civiles en los países que forman parte de la coalición que lucha contra el EI en Siria e Irak. «Si no podéis hacer estallar una bomba o disparar una bala, procurad encontraros solos con un infiel francés o americano y aplastadle la cabeza con una piedra, acuchilladlo, atropelladlo con vuestro coche, tiradlo de un acantilado, estranguladlo, envenenadlo», recomendaba.

En cualquier caso, el debate sobre cómo reforzar las medidas de seguridad es inevitable después de un atentado. En el caso del Reino Unido se centra en si la policía debería contar con más agentes armados, dado que el fallecido no lo estaba.

De hecho, solo el 5% de los policías llevan armas de fuego en este país. Tras los atentados ocurridos en París, la policía londinense anunció la intención de aumentar en 600 la cifra de agentes armados, para alcanzar los 2.800 sobre un total de unos 31.000. La diputada Theresa Villiers ha propuesto armar a todos los policías «que custodian lugares que pueden interesar a los terroristas, como el Parlamento o los aeropuertos».

«Las medidas de seguridad en la Cámara de los Comunes van a ser lógicamente revisadas», dijo por su parte Fallon, aunque no sin señalar que «el Parlamento no puede cerrarse herméticamente, los visitantes van y vienen y está bien así, es la casa de la democracia».

PREGUNTA EN EL AIRE / La policía británica afirmó haber frustrado en los últimos cuatro años hasta 13 planes de atentados similares a las masacres de París y Bruselas. Los mecanismos de intercambio de información con los servicios de espionaje británicos y extranjeros están bien engrasados, sostiene.

Asimismo, aseguró que constantemente actualiza sus tácticas para adaptarse a las nuevas amenazas. Apenas tres días antes del ataque, organizó un simulacro de respuesta al secuestro de un barco turístico en el Támesis.

Pero todo eso no es suficiente, como explicaba el mismo miércoles en Bruselas la plana mayor de la lucha antiterrorista de la UE, en un acto que conmemoraba el aniversario de los atentados en la capital belga.

«La amenaza continúa. Intentar reducirla es un trabajo difícil y a largo plazo. Pero creo que estamos en mejor disposición que hace un año», declaró el comisario europeo de Seguridad, el británico Julian King, al tiempo que, en una triste paradoja del destino, empezaban a llegar las noticias de lo ocurrido ayer en el corazón de Londres.

«¿Cómo es posible que jóvenes que crecieron aquí y a los que se les ofrecieron oportunidades den la espalda a la sociedad?», se preguntaba por su parte ayer el ministro belga de Interior, Jean Jambon, en ese mismo acto. No consta que la pregunta obtuviera respuesta.