Una pancarta colgada en el balcón de una vivienda en el centro de Berlín pregunta lacónicamente «¿Espárragos por encima de la dignidad humana?» Quien desconozca la situación de los temporeros extranjeros en el campo alemán difícilmente entenderá la denuncia. El espárrago blanco, ese producto de temporada tan apreciado -y por supuesto caro a la hora de adquirirlo- en la cesta de la compra de los alemanes, se ha convertido en las últimas semanas en todo un símbolo de la precariedad y de las miserables condiciones laborales y de alojamiento que sufren trabajadores temporales, fundamentalmente rumanos y búlgaros, en diversas explotaciones del país germano.

La llegada de la pandemia y las correspondientes medidas restrictivas de movimiento y actividad económica ya evidenciaron el pasado marzo la dependencia del sector agrícola alemán de la mano de obra extranjera: la patronal de agricultores alertaba hace dos meses de que el campo alemán se estaba quedando sin brazos para cosechar productos de temporada como la fresa y el espárrago blanco.

El Ministerio federal de Agricultura y el de Interior reaccionaron ante las demandas empresariales con una serie de medidas excepcionales que permitían la llegada de hasta 80.000 temporeros extranjeros -fundamentalmente del este de Europa- durante abril y mayo. Esas medidas se extenderán previsiblemente a lo largo del verano.

CRUDA REALIDAD / La cosecha de temporada está así asegurada, al menos parcialmente. Las condiciones laborales, no tanto. La pandemia ha visibilizado el hacinamiento, las condiciones poco higiénicas y las largas jornadas laborales que sufren temporeros extranjeros. Unas condiciones que aumentan las posibilidades de aparición de focos de contagio. A mediados de mayo, una noticia llamó la atención de Erik Hagedorn y sus colegas del pequeño sindicato anarquista Unión Libre de Trabajadores y Trabajadoras (FAU): un grupo de temporeros rumanos se levantó en una explotación de espárragos en Bornheim, cerca de Bonn.

Cuando Erik y sus compañeros llegaron al lugar, se encontraron a decenas de trabajadores rumanos que denunciaban no haber recibido sus salarios; la empresa no cumplía con las medidas de protección contra el coronavirus y ofrecía sueldos más bajos y peores condiciones a los empleados extranjeros que a los alemanes; los temporeros vivían hacinados en contenedores dentro de la misma explotación. Uno de los temporeros filmó los barracones en los que vivía dentro de los mismos terrenos de la empresa Spargel Ritter, que se ha declarado en bancarrota.

El FAU publicó las imágenes en Youtube. «Diría que lo ocurrido en Bornheim es lo habitual. La diferencia es que allí la gente se levantó y ello les permitió recibir ayuda de nuestro sindicato. Pero, lamentablemente, no es lo normal. En la mayoría de ocasiones, simplemente, les toman el pelo», dice Erik, consciente del problema.